Hace días que estoy dando vueltas con
esta cuestión de la empatía. Para empezar y para tener el mismo punto de
claridad, digamos que empatía es, según Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Empat%C3%ADa.
Esta información la obtuve de la primer página de búsquedas de www.google.com.ar (https://www.google.com.ar/search?q=que+es+la+empat%C3%ADa&oq=que+es+la+empat%C3%ADa&aqs=chrome..69i57j0l5.4639j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8).
Según la RAE, empatía es: http://dle.rae.es/?id=EmzYXHW.
Y siguiendo con las definiciones,
digamos que, según Wikipedia, capacidad significa: https://es.wikipedia.org/wiki/Capacidad,
y según la RAE, http://dle.rae.es/?id=7HZdnLt.
Básicamente, empatía es la capacidad de
un alguien para ponerse en el lugar (o en los zapatos) de otro alguien.
La pregunta es: ¿todos tenemos esta
capacidad? Yo creo que sí. También creo que uno tiene que tomar la decisión de
hacerlo. Y también sé que para poder hacerlo, hay que dejar de lado los
prejuicios. Y justamente este último punto es lo que lo hace más impracticable,
al menos, en algunas situaciones.
Ahora bien, como casi todo lo que nos es
propio, está teñido por nuestra subjetividad, cuyo principal ingrediente
resulta ser la CULTURA, que según la definición de RAE es: http://dle.rae.es/?id=BetrEjX, y según
Wikipedia es: https://es.wikipedia.org/wiki/Cultura
O sea, la cultura, termina siendo una
encerrona. De algún modo, el término encierra en sí mismo un encanto del que
ninguno queremos estar lejos, y decir
que uno es culto, nos enchastra con un glamur irresistible.
Como sea, sigo insistiendo que cada uno
de nosotros cree en quien / o en aquello que, tiene ganas de creer y por todos
los motivos subjetivos que nos hacen creer que objetivamente ese otro, o esa
otra cosa, es creíble. En esta encerrona nos encerró (valga tanta redundancia)
la curturra.
Pero volviendo al tema de la empatía…
Por estos últimos cuarenta y tres días,
se viene hablando mucho de Santiago Maldonado. Por ahora lo único que sabemos
es que es un muchacho; parece que de profesión artesano; que tiene algo así
como veintiocho años; que el 01/08/2017, en Chubut, acompañaba a un grupo de mapuches
que estaban protestando en la ruta 40, sabemos que la Gendarmería toma acciones
para “despejar” la ruta, que los mapuches huyen y que este muchacho termina no
volviendo a juntarse con su grupo. A partir de esta situación, empieza a
hablarse de su desaparición. Y en algún momento, es la justicia la que cambia la
carátula de la causa a “desaparición forzosa”.
Lo único real y cierto en esta situación es que Santiago Maldonado no
aparece. Dijeron muchas cosas, pero él
no está de vuelta. Todo lo demás, no es otra cosa más que especulaciones,
suposiciones, dimes, diremes y diretes que circulan. Para algunos, este chico
es un demonio y para otros, es un mártir. Por supuesto que, como en todo, todos
ya tenemos una posición tomada. El problema es que todos damos por cierto que
nuestra CREENCIA es la verdad absoluta. Lo que se dice: “la verdad de la
milanesa”.
Este tema de la empatía que propongo no
tiene que ver con Santiago Maldonado. Tiene que ver con sus padres.
Más allá de lo que cada uno haya querido
creer del muchacho (sin que tenga un mínimo de posibilidad de aseverar que es
cierto), no puedo dejar de pensar en su familia. De ahí que cobra un grandísimo
valor esto:
Supongo, ¡bah!, doy por cierto, que
todos los que hablan de Santiago Maldonado no tienen ni la menor idea de lo
dicen, excepto, por algunos de los seres más cercanos. Supongo que no necesito
explicar esto que acabo de decir. Y si fuese necesaria alguna explicación,
intente alguno de ustedes a decir algo de mí, y seguramente no será todo lo
cierto que creen que es. A la inversa, funciona igual.
De Santiago Maldonado no tengo nada que
decir que sea cierto. Lo que tengo para mí, son sólo mis suposiciones y lo que
creo que es cierto (y que no necesariamente lo es).
Pero lo de sus padres, es diferente.
Soy papá y mi hijazo tiene, hoy 13 de
septiembre de 2017, veintiséis años. Y uno de mis ahijados tiene
vientisiete, mi otro ahijado tiene
vienticinco… Intento decir que todos los pibes de mi entorno más cercano,
tienen una edad similar a la de Santiago Maldonado.
¡¿Cómo no sentir empatía con esos
padres?! Nuestros hij@s tienen edades similares, aunque derroteros distintos.
Pero l@s hij@s, son los hij@s. Y aunque sus edades fuesen diferentes, el
sentimiento de amor hacia l@s hij@s es similar. Muchísimos otros casos, aunque
en diferentes circunstancias, despertaron la compasión por las familias (aunque
ninguno se salvó de los comentarios de mierda, vale recordarlo), pero parece
que este, no. Las circunstancias son diferentes, pero la consecuencia es la
misma: un / una hij@ no está con la que consideraba su familia. En las redes
sociales aparecieron, aparecen y aparecerán, publicaciones sobre las búsquedas
de hij@s que no están, y generalmente se replican. Lo mismo con animales
abandonados, maltratados, asesinados… Muchas publicaciones parecen despertar
algún tipo de compasión. Pero en este caso, esa compasión no parece aparecer.
No tengo idea de lo que deben estar sintiendo,
pero sé muy bien que están pasando por un océano de dolor. Como papá, ponerme
en el lugar de quien no tiene noticias de su / sus hij@ / hij@s, me genera una
sensación gran angustia. Y no necesito más para suponer la desolación en la que
se encuentran.
Y después escucho todo lo que mucha
gente dice y me pregunto si no sienten un mínimo respeto por el dolor de esta
gente. Y me preguntó por qué no pueden, por un momento, pensar en esos padres
que la están pasando muy mal. O, siquiera por respeto, no decir algo ofensivo
que le sume dolor al dolor. Siquiera para no echar vinagre sobre las heridas.
Cuando todo se sepa, todo se sabrá, si
es que algún día conseguimos saber. Porque está visto que, aunque sepamos,
nuestra convicción es más fuerte que cualquier verdad. Eso sí, después nos
autoproclamamos ADALIDES DE LA
OBJETIVIDAD. ¡¡¡POR FAVOR!!!
Me apena vernos en esta situación de
tanta crueldad. Me apena que no hayamos podido aprender nada de nuestra triste
historia de desaparecidos que dejó familias enteras deshechas. Me apena que no
hayamos conseguido aprender. Y, como siempre, podemos echar culpas a los otros
para alivianar las propias responsabilidades; sin embargo, hablar sin saber es
una decisión propia; hablar repitiendo lo que suponemos cierto, es una decisión
propia; repetir a boca de jarro (como nos decían cuando yo era chico, indicando
que hablábamos por hablar y sin saber) es una decisión propia. Nosotros
decidimos creer en álguienes, nosotros decidimos creer que lo que álguienes
dicen que es cierto, por sobre lo que otros álguienes dicen.
Me apena leer y / o escuchar las cosas
que álguienes repiten, dicen, y aseguran; sin que esos álguienes recuerden lo
que sintieron cuando sus hij@s se ausentaron y estuvieron sin comunicarse por
unas horas. Pero éstos eran sus hij@s, que cotizan mejor que los hij@s de otros
álguienes. Y ni que hablar si ese hij@ de otros álguienes no encuadra en los
cánones esperables para los “buen@s hij@s”.
Insisto:
Y agrego que nunca
deberíamos olvidar lo importante que resultan para nosotros nuestr@s hij@s,
sobrin@s, ahijad@s, hij@s postiz@s, para que no olvidemos que para muchos otros
padres, lo son tanto como para nosotros.
No deberíamos
olvidarnos de nuestra propia historia.
Pero si tuvimos
tantos desaparecidos y no conseguimos sentir empatía con sus padres, no queda
mucho por esperar de esta nueva / vieja situación.
Pero si tuvimos
tantos desaparecidos y no conseguimos sentir un mínimo de respeto frente al
dolor de todas aquellas familias, no queda mucho por esperar de esta nueva /
vieja situación. Ni de esta sociedad.