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miércoles, 13 de septiembre de 2017

¿¡Y la empatía!? Nada bien; nada, nada, nada bien…

Hace días que estoy dando vueltas con esta cuestión de la empatía. Para empezar y para tener el mismo punto de claridad, digamos que empatía es, según Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Empat%C3%ADa. Esta información la obtuve de la primer página de búsquedas de www.google.com.ar (https://www.google.com.ar/search?q=que+es+la+empat%C3%ADa&oq=que+es+la+empat%C3%ADa&aqs=chrome..69i57j0l5.4639j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8). Según la RAE, empatía es: http://dle.rae.es/?id=EmzYXHW.
Y siguiendo con las definiciones, digamos que, según Wikipedia, capacidad significa: https://es.wikipedia.org/wiki/Capacidad, y según la RAE, http://dle.rae.es/?id=7HZdnLt.
Básicamente, empatía es la capacidad de un alguien para ponerse en el lugar (o en los zapatos) de otro alguien.
La pregunta es: ¿todos tenemos esta capacidad? Yo creo que sí. También creo que uno tiene que tomar la decisión de hacerlo. Y también sé que para poder hacerlo, hay que dejar de lado los prejuicios. Y justamente este último punto es lo que lo hace más impracticable, al menos, en algunas situaciones.
Ahora bien, como casi todo lo que nos es propio, está teñido por nuestra subjetividad, cuyo principal ingrediente resulta ser la CULTURA, que según la definición de RAE es: http://dle.rae.es/?id=BetrEjX, y según Wikipedia es: https://es.wikipedia.org/wiki/Cultura
O sea, la cultura, termina siendo una encerrona. De algún modo, el término encierra en sí mismo un encanto del que ninguno queremos estar lejos,  y decir que uno es culto, nos enchastra con un glamur irresistible.
Como sea, sigo insistiendo que cada uno de nosotros cree en quien / o en aquello que, tiene ganas de creer y por todos los motivos subjetivos que nos hacen creer que objetivamente ese otro, o esa otra cosa, es creíble. En esta encerrona nos encerró (valga tanta redundancia) la curturra.
Pero volviendo al tema de la empatía…
Por estos últimos cuarenta y tres días, se viene hablando mucho de Santiago Maldonado. Por ahora lo único que sabemos es que es un muchacho; parece que de profesión artesano; que tiene algo así como veintiocho años; que el 01/08/2017, en Chubut, acompañaba a un grupo de mapuches que estaban protestando en la ruta 40, sabemos que la Gendarmería toma acciones para “despejar” la ruta, que los mapuches huyen y que este muchacho termina no volviendo a juntarse con su grupo. A partir de esta situación, empieza a hablarse de su desaparición. Y en algún momento, es la justicia la que cambia la carátula de la causa a “desaparición forzosa”.  Lo único real y cierto en esta situación es que Santiago Maldonado no aparece.  Dijeron muchas cosas, pero él no está de vuelta. Todo lo demás, no es otra cosa más que especulaciones, suposiciones, dimes, diremes y diretes que circulan. Para algunos, este chico es un demonio y para otros, es un mártir. Por supuesto que, como en todo, todos ya tenemos una posición tomada. El problema es que todos damos por cierto que nuestra CREENCIA es la verdad absoluta. Lo que se dice: “la verdad de la milanesa”.
Este tema de la empatía que propongo no tiene que ver con Santiago Maldonado. Tiene que ver con sus padres.
Más allá de lo que cada uno haya querido creer del muchacho (sin que tenga un mínimo de posibilidad de aseverar que es cierto), no puedo dejar de pensar en su familia. De ahí que cobra un grandísimo valor esto:
Supongo, ¡bah!, doy por cierto, que todos los que hablan de Santiago Maldonado no tienen ni la menor idea de lo dicen, excepto, por algunos de los seres más cercanos. Supongo que no necesito explicar esto que acabo de decir. Y si fuese necesaria alguna explicación, intente alguno de ustedes a decir algo de mí, y seguramente no será todo lo cierto que creen que es. A la inversa, funciona igual.
De Santiago Maldonado no tengo nada que decir que sea cierto. Lo que tengo para mí, son sólo mis suposiciones y lo que creo que es cierto (y que no necesariamente lo es).
Pero lo de sus padres, es diferente.
Soy papá y mi hijazo tiene, hoy 13 de septiembre de 2017, veintiséis años. Y uno de mis ahijados tiene vientisiete,  mi otro ahijado tiene vienticinco… Intento decir que todos los pibes de mi entorno más cercano, tienen una edad similar a la de Santiago Maldonado.
¡¿Cómo no sentir empatía con esos padres?! Nuestros hij@s tienen edades similares, aunque derroteros distintos. Pero l@s hij@s, son los hij@s. Y aunque sus edades fuesen diferentes, el sentimiento de amor hacia l@s hij@s es similar. Muchísimos otros casos, aunque en diferentes circunstancias, despertaron la compasión por las familias (aunque ninguno se salvó de los comentarios de mierda, vale recordarlo), pero parece que este, no. Las circunstancias son diferentes, pero la consecuencia es la misma: un / una hij@ no está con la que consideraba su familia. En las redes sociales aparecieron, aparecen y aparecerán, publicaciones sobre las búsquedas de hij@s que no están, y generalmente se replican. Lo mismo con animales abandonados, maltratados, asesinados… Muchas publicaciones parecen despertar algún tipo de compasión. Pero en este caso, esa compasión no parece aparecer.
No tengo idea de lo que deben estar sintiendo, pero sé muy bien que están pasando por un océano de dolor. Como papá, ponerme en el lugar de quien no tiene noticias de su / sus hij@ / hij@s, me genera una sensación gran angustia. Y no necesito más para suponer la desolación en la que se encuentran.
Y después escucho todo lo que mucha gente dice y me pregunto si no sienten un mínimo respeto por el dolor de esta gente. Y me preguntó por qué no pueden, por un momento, pensar en esos padres que la están pasando muy mal. O, siquiera por respeto, no decir algo ofensivo que le sume dolor al dolor. Siquiera para no echar vinagre sobre las heridas.
Cuando todo se sepa, todo se sabrá, si es que algún día conseguimos saber. Porque está visto que, aunque sepamos, nuestra convicción es más fuerte que cualquier verdad. Eso sí, después nos autoproclamamos ADALIDES DE LA OBJETIVIDAD. ¡¡¡POR FAVOR!!!
Me apena vernos en esta situación de tanta crueldad. Me apena que no hayamos podido aprender nada de nuestra triste historia de desaparecidos que dejó familias enteras deshechas. Me apena que no hayamos conseguido aprender. Y, como siempre, podemos echar culpas a los otros para alivianar las propias responsabilidades; sin embargo, hablar sin saber es una decisión propia; hablar repitiendo lo que suponemos cierto, es una decisión propia; repetir a boca de jarro (como nos decían cuando yo era chico, indicando que hablábamos por hablar y sin saber) es una decisión propia. Nosotros decidimos creer en álguienes, nosotros decidimos creer que lo que álguienes dicen que es cierto, por sobre lo que otros álguienes dicen.
Me apena leer y / o escuchar las cosas que álguienes repiten, dicen, y aseguran; sin que esos álguienes recuerden lo que sintieron cuando sus hij@s se ausentaron y estuvieron sin comunicarse por unas horas. Pero éstos eran sus hij@s, que cotizan mejor que los hij@s de otros álguienes. Y ni que hablar si ese hij@ de otros álguienes no encuadra en los cánones esperables para los “buen@s hij@s”.
Insisto:
Y agrego que nunca deberíamos olvidar lo importante que resultan para nosotros nuestr@s hij@s, sobrin@s, ahijad@s, hij@s postiz@s, para que no olvidemos que para muchos otros padres, lo son tanto como para nosotros.
No deberíamos olvidarnos de nuestra propia historia.
Pero si tuvimos tantos desaparecidos y no conseguimos sentir empatía con sus padres, no queda mucho por esperar de esta nueva / vieja situación.

Pero si tuvimos tantos desaparecidos y no conseguimos sentir un mínimo de respeto frente al dolor de todas aquellas familias, no queda mucho por esperar de esta nueva / vieja situación. Ni de esta sociedad.