Ahora sí, los recortes de:
Encuentros, el
lado B del amor
Gabriel Rolón
Igual que con los anteriores, acá comparto algunos de los pasajes que me llamaron la atención. Luego, cuando vuelva a leer el libro, encontraré cosas nuevas. Por ahora, disfruten con alunas perlitas. Un muy buen libro, para releer varias veces y seguir descubriendo.
la completud no existe.Nadie puede
tenerlo todo, y vivir implica aceptar que todo tiene un costo y que en cada
logro hay una pérdida
Y es que, debo ser sincero: creo
que en estos tiempos el amor tiene demasiada buena prensa y parece flotar en el
aire la idea de que es siempre algo maravilloso; les aseguro que no es así, que
no todos los amores son necesariamente buenos y que, en ningún caso, nos
proporciona la completud anhelada.Inconsciente Estructural, al que también denominamos Ello, aunque se vive de un modo tan extranjero que Lacan prefirió llamarlo Eso. Una fuerza que nos impulsa a ir en busca de aquello que puede causarnos dolor. Y éste es un Inconsciente que jamás se hará consciente, porque no puede volver a la consciencia algo que nunca estuvo. Es un Inconsciente, digámoslo así, con el que se nace. Por eso es estructural.
El Lapsus es un error verbal.
Quiero decir algo y digo otra cosa. Me confundo de nombre, me trabo y no puedo
decir una palabra sin equivocarme.
De los sueños, no es necesario
hablar demasiado, me parece. Sólo decir que más allá del contenido manifiesto,
de lo que podemos recordar cuando despertamos, en un lenguaje oscuro, casi como
si se tratara de un jeroglífico, se esconde un contenido latente que tiene un
sentido inconsciente que puede ser develado.
Los chistes dan un marco de
justificación que a veces relaja la represión y permite decir algo de lo que se
oculta, total, era una broma ¿no?
Podríamos empezar diciendo, aunque
suene un poco caprichoso, que una emoción es una idea, un pensamiento, que carece
de palabras. Las emociones encuentran su lugar en el cerebro y no en el
corazón. Pero nuestra cultura y su poesía han logrado que, cuando alguien se
emociona, localice ese sentimiento en el corazón.
Pero, volviendo a la historia,
Prometeo, viendo que al abrir la caja escapaban la desdicha, el desamor y el
sufrimiento, se abalanzó rápidamente sobre ella y logró cerrarla, dejando atrapada,
al menos una cosa: la esperanza. De donde se deduce que para los griegos, como
para mi amigo Alejandro Dolina, la esperanza era un castigo más. Les aseguro
que una de las peores cosas que le puede pasar a esa persona es quedar
esperanzada. Los analistas, muchas veces tenemos pacientes en una situación
como ésta, y sabemos que para que alguien pueda empezar el trabajo de duelo es
fundamental que admita primero que hay algo que se ha perdido. Es en ese sentido
que la esperanza suele ser una dificultad extra para realizar ese trabajo.
Tenemos, eso sí, algo parecido,
una fuerza, una energía que nos empuja permanentemente a la realización de
ciertos actos en busca de la satisfacción, pero cuyas características son
sustancialmente otras que las del instinto. A esta energía la llamamos Pulsión
la sexualidad humana es compleja y
no es de extrañar, entonces, que sea tan problemática y causa habitual de muchos
de los trastornos afectivos que sufrimos de adultos
derivar esos impulsos en la
consecución de causas nobles y creativas. A ese proceso lo llamamos
sublimación.
Claro que la sexualidad animal es
mucho más natural, pero eso no quiere decir que sea mejor, porque la carencia
del instinto le da al sujeto humano la posibilidad de elegir. Y entre esas
elecciones, estar en pareja es una opción más, aunque durante muchísimo tiempo
haya sido un mandato tan fuerte que estábamos todos casi condenados a estar en
pareja a cualquier costo.
a la luz de lo que estamos
planteando y teniendo en cuenta además los conflictos que las relaciones de pareja
suelen generar, alguno podría dudar incluso si no es más inteligente el
comportamiento instintivo que lleva a los animales a juntarse sólo para
procrear y perpetuar la especie sin involucrar sentimientos que puedan
lastimarlos. Y lo cierto es que no hay inteligencia en el saber que da el
instinto. Porque inteligencia viene de inteligir, e inteligir es la capacidad
de diferenciar y discriminar para después tomar una elección. El animal no
elige, sólo responde, por lo cual debo decir que aunque a veces, sobre todo con
algunas personas, no se note mucho, disfrutamos y padecemos la inteligencia más
que ellos.
la metonimia del deseo es una
manera de decir que el deseo se desplaza siempre de un objeto a otro, que no se
detiene nunca y que no hay manera de satisfacerlo de una vez y para siempre.
Por más que estemos muy bien en una situación, el deseo siempre se desplazará
hacia otra cosa, porque todo deseo es básicamente, un deseo insatisfecho.
Esta constatación de que el deseo
de su pareja sigue circulando pone muy nerviosas a las personas inseguras, los desespera.
Pero no hay nada que puedan hacer, ya que el deseo va a seguir su derrotero les
guste o no.
No estoy diciendo que es imposible
ser fiel. Porque, dentro de esa capacidad de elección que dijimos tiene el ser
humano, cada quien tendrá que hacerse cargo de lo que hace con su deseo. Y ésa
es otra de las ventajas de nuestra especie; porque en tanto que el perro no se cuestiona
qué hacer ante la presencia de una perra en celo, un hombre en cambio puede
decir: «qué hermosa es esta mujer, pero prefiero ir a mi casa con mi familia».
Con esto, apenas si quiero decir
que el hecho de que el deseo sea algo imposible de inmovilizar, no nos quita la
responsabilidad sobre nuestros actos.
La pareja es un ámbito complejo y,
con suerte, la persona que dice que va a amar toda la vida, lo dice porque lo
siente aquí y ahora, aunque todo pueda cambiar en el futuro. Pero esto no
quiere decir que el que lo dice está mintiendo. Seguramente lo sienta así,
porque es tan fuerte el impacto que generan el amor o el deseo, y el momento
presente golpea con tanta fuerza que el enamorado siente que no ha existido
pasado ni existirá futuro. Por eso, cuando alguien nos dice que su pareja le
confesó que jamás sintió con nadie lo mismo que con él, es posible que quien se
lo dijo no le esté mintiendo, aunque lo que le diga no sea real.
una cosa es la realidad y otra muy
distinta es la verdad.
sucede que, en el ser humano, excepto
uno o dos funciones orgánicas mínimas y necesarias para mantener el organismo
con vida, la necesidad es algo que se ha perdido.
represión; es un mecanismo de
defensa
Con esto quiero decir que el amor
es un sentimiento cuyo inicio se reconoce mirando hacia atrás e iluminando el
pasado inicio se reconoce mirando hacia atrás e iluminando el pasado con la luz
del presente. Es lo que llamamos resignificación. De donde podríamos concluir
que el amor no es un punto de partida, sino un punto de llegada; un sentimiento
que se construye con el tiempo.
Freud compara al enamoramiento con
la hipnosis y dice que el enamorado está ante el amado como el hipnotizado ante
el hipnotizador. Es decir que, al igual que el hipnotizado, quien ama ha
perdido su voluntad y acata la voluntad del otro; y ni siquiera es consciente de
lo que desea porque el único deseo que le importa cumplir es el del
hipnotizador.
estamos denunciando la falacia del
encuentro amoroso, la imposibilidad de que exista un otro tan maravilloso que
nos complete, alguien que detenga nuestro deseo para siempre y pueda saciar
nuestras ansias de eternidad. Porque ésa es la ilusión que genera el
enamoramiento, pero como esa persona no existe y nadie puede sostenerse en ese
lugar, es que en un tiempo más o menos largo, esa etapa cae y da paso al segundo
momento en la construcción del amor; un momento al que me gusta llamar:
«desilusión». y lo llamo así porque es el momento en el que cae ese proceso
ilusorio de ver al otro como alguien maravilloso capaz de completarnos; aunque
en realidad lo que sucede es que aparece una ilusión nueva pero de signo
contrario: dejamos de verlo mejor de lo que era para verlo peor de lo que es.
Interrumpir la relación sólo
porque el otro resultó no ser perfecto. Tengamos en cuenta que si alguien fuera
a pelearse cada vez que descubre que su pareja tiene alguna cosa que no le
gusta, todo el mundo estaría solo.
En los casos en los que la
relación resiste los embates de la desilusión, se abre la posibilidad de pasar
a una tercera etapa a la que sí podríamos llamar amor; una etapa en la cual
vemos en el otro mucho de lo que nos enamoraba, aunque no todo, y también
algunas de las cosas que no nos gustaban, aunque no todas. Y, si en esa
captación del otro con virtudes y falencias aparece la sensación de que se está
mejor con esa persona que
sin ella, empieza a generarse una
relación de otro orden de madurez y sustentabilidad. Porque aparece el deseo de
estar juntos, ya no desde un ideal imposible, sino desde el reconocimiento de
las diferencias subjetivas. Porque de eso se trata el amor sano. No de
necesitar al otro, sino de desearlo. De saber que sin esa persona alguien
podría vivir igual, pero que aun así, elije hacerlo con ella.
Digamos
entonces que para llegar al amor, siempre hay que luchar contra la desilusión,
aunque cueste. Pero esto no implica que sea a cualquier precio.
La
mayoría de las personas suelen ver en eso algo maravilloso. Y lo dicen así: «yo
te quiero incondicionalmente» o «necesito que seas incondicional conmigo». Y lo
cierto es que la incondicionalidad es una de las cosas que solemos encontrar en
el núcleo de una relación enferma. Porque la palabra incondicional quiere
decir, ni más ni menos que «sin condiciones». Entonces, amar a alguien incondicionalmente
implica amarlo sin ponerle ninguna condición. Es decir: amarlo aunque nos
pegue, aunque nos engañe, aunque por estar con esa persona no podamos ver a
nuestros hijos. Y yo me pregunto a qué persona medianamente sana esto le parece
algo maravilloso.
A
veces, para poder alcanzar una relación sana en la cual se sienta bien, una
persona debe dejar en el camino la tentación de quedarse en otras que lastiman.
Lo cual no siempre es fácil.
La
histeria lo busca, casi diría que lo persigue. Por eso, yporque el deseo
aparece allí donde algo falta, la histérica hace foco en eso que falta y mira
siempre lo que queda sin satisfacer.
el
deseo se desplaza todo el tiempo de un objeto a otro, de una situación a otra,
y por ende nunca se va a satisfacer. Y eso es lo que la histeria denuncia: la imposibilidad
de anular el deseo.
El
obsesivo, en cambio, intenta tapar la falta para que no aparezca el deseo
Pero
el obsesivo se posiciona frente a él de una manera diferente de como lo hace la
histérica. Lo tira para adelante, lo posterga. Eso que tanto le molesta a las
mujeres ¿no? Que el hombre le diga: «bueno, pero mejor esperemos hasta terminar
de pagar la casa». Y, cuando la hipoteca está cancelada, habrá que esperar a
que el hijo termine la facultad, aunque en la actualidad el chico tenga sólo
tres años.
Para
mostrar cómo juega su papel la represión, cómo ese mecanismo de defensa produce
que un hecho traumático, tremendo, difícil de soportar para la psiquis, quede
olvidado, aunque sería más preciso decir, pase a formar parte de los contenidos
inconscientes.
como
eso,
desde loinconsciente tiene consecuencias y produce síntomas y dolor en el
sujeto; y por último, rescatar la frase final de Tom: . «el silencio dolió más
que la violación», es decir que la falta de palabras es lo que produce el daño
mayor. Porque la imposibilidad de simbolizar, de ponerles palabras a lo
sucedido, es lo que enferma al sujeto.
no
necesariamente el amor es algo bueno, dijimos que es una emoción, un afecto y
que, como tal es algo que lo sienten las personas; que las personas sanas aman
de un modo sano y las personas enfermas, de un modo enfermo.
Empecemos
por diferenciar la envidia de los celos y digamos que la envidia es una
relación que hace referencia al vínculo que se establece entre dos personas, en
el cual una de ellas desea tener lo que la otra tiene. Pero ¿cuál es la
característica primordial de este modo vincular? Que eso que el otro tiene, para
el envidioso no tiene ningún valor. No se trata de que lo quiera por el
atractivo del objeto. No, eso es lo de menos. Lo quiere solamente porque le
molesta que lo tenga el otro… …no brinda
otro placer más que ser testigos de la frustración del otro.
Los
celos, en cambio, están definidos por una relación triangular en la cual el
temor que siente el celoso es que una persona, a la cual quiere mucho, le dé a
algún otro lo que sólo debería darle a él… …se lo da otro porque lo quiere más
y lo quiere más porque seguramente es mejor, porque vale más. …Como vemos, en
este caso el objeto sí es algo valioso que puede ser dado a uno o a otro, y el
celoso teme que le den a otro algo que él valora mucho y quiere para sí.
2.
Desilusión. En el que comenzamos a percibir algunas imperfecciones en el ser amado,
imperfecciones que ya existían, pero que el enamoramiento nos impedía percibir.
Aparece algo del orden del defecto, de lo que no nos gusta tanto. ¿Y por qué
aparece esto? Porque todo ese amor que dijimos se había volcado en el otro al punto
tal de no querer hacer nada sin él, de no poder pensar en otra cosa que no sea
él, es recuperado y vuelve al yo del enamorado.
Porque,
en definitiva, la relación de amor tiene que ver con eso de poder discriminar
lo que el otro tiene para dar, de lo que no tiene; y es más, a lo mejor lo
tiene pero no lo quiere dar, y es su derecho. Por eso se hace necesaria una
cuota de madurez para tener ese respeto por la voluntad del otro e intentar ser
feliz a pesar de esto que no puede o no quiere dar.
Pues
bien, el celoso es antes que nada un sujeto que vive con la sensación de estar
permanentemente en peligro; torturado por el temor de que venga otro a robarle
lo que ama, y entonces, fíjense cuando dice, «en los ojos de los hombres hay miradas
impuras», podríamos preguntar ¿de qué hombres? Y la respuesta es: de todos los
hombres. Por eso, cada vez que su pareja sale a la calle o va a hacer alguna
compra, el celoso teme pareja sale a la calle o va a hacer alguna compra, el
celoso teme que los otros (hombres en este caso) le vayan a dirigir miradas impuras,
y esto se vuelve un tormento.
Dice
Freud que nunca estamos menos protegidos contra el dolor que cuando amamos.
Porque es imposible no ser un enamorado en peligro ya que, todo el que ama,
corre un riesgo.
Es
cierto que hay quienes, como esa paciente, se irritan si no son celadas; pero
eso es porque confunden los celos con el amor, porque no tienen incorporada la
importancia que en la pareja juegan la confianza y la libertad.
las situaciones pueden cambiar y, sobre todo, que las cosas se pueden perder.
Y
es muy interesante esta idea de que lo que se tiene se puede perder. Porque
plantea la inexistencia de la certeza en el amor.
Los
celos son, antes que nada, un modo enfermo de relacionarse. Un indicador de
inseguridad y algo con lo cual hay que tener cuidado, porque de ningún modo
señalan la presencia de un gran amor por el otro, sino una falta de amor por
uno mismo.
La
persona celosa no sale nunca de este lugar donde el otro es el importante y,
con su amor desmesurado, condena a su pareja a la angustia permanente, porque
no importa cuánto ésta pareja a la angustia permanente, porque no importa
cuánto ésta le dé, el celoso nunca va estar tranquilo, porque el problema no es
con el otro sino con él mismo.
Lo
que el celoso va a intentar es que el otro calme una falta que es de él. Pero
no lo va a poder lograr nunca. Por eso lo peor que se puede hacer por una
persona celosa es darle el gusto.
Creer
que quien está a nuestro lado tiene la obligación de conocer la importancia que
cada cosa tiene para nosotros, de adivinar lo que pasa por nuestra cabeza, es
ponerse un poco en el lugar de ser el centro del universo. Es mucho más
auténtico poner en juego el deseo y hacerlo saber.
Nietzsche
decía algo así como que él sentía envidia por la aca, que andaba por allí pastando
tranquilamente sin tener culpa por lo que había hecho en el pasado ni temor por
la muerte que le esperaba en el futuro. Los hombres no tenemos esa suerte
A
lo mejor los que tienen fe tengan razón y después sea distinto, pero la parte
que aquí nos toca, mientras transcurre nuestra vida terrenal, es asumir que
siempre vamos a tener que convivir con una falta estructural, con un dejo
angustioso, una disconformidad existencial que, cuando alguien enferma psicológicamente,
la vuelca de un modo nocivo y se vuelve agresivo, posesivo, celoso o
destructivo. En el fondo, todas esas reacciones no son más que una manera
equivocada de intentar lo imposible: llenar esos huecos, esa falta.
Cambiar
es algo inevitable y no es posible vivir sin modificarse en algún punto.
Esto
de querer sin de la muy temprana juventud. Esto de querer sin presentimientos.
Un adulto ya no puede. Ha vivido muchas desilusiones, quizá lo hayan engañado
y, probablemente, él haya hecho otro tanto. La vida lo ha marcado y, a fuerza
de pérdidas, de dificultades, aprendimos que aunque alguien se esfuerce y haga
todo lo posible, muchas veces las cosas no salen como lo deseamos. Y en ese
contexto ¿cómo no tener presentimientos?
Toda
relación humana se construye sobre la base de acuerdos, dichos o tácitos, y a
veces la diferencia entre que algo funcione o no está en la inteligencia que se
tenga para advertir en funcione o no está en la inteligencia que se tenga para
advertir en qué momento se hace imprescindible modificar un acuerdo preexistente
que ya no sirve, por otro que sí se acomode a la realidad presente del vínculo.
Se
poseen los objetos, no los sujetos, y nadie que trate a otro como si fuera una
cosa puede amarlo verdaderamente.
hermosa
metáfora que tienen algunos pueblos africanos, que dice que cuando cerramos el
puño, es cierto que nadie puede quitarnos nada, pero no es menos cierto que
tampoco nadie puede colocar nada nuevo en nuestra mano.
en
ocasiones, para hacer bien las cosas tal vez sea necesario sufrir: para ganar a
veces hay que perder.
a
este momento a partir del cual el chico
deja de decir «Juan» o «el nene» para referirse a sí mismo y pasa a decir:
«Yo», lo denominamos Narcisismo, y recién después de este proceso, de este
«nuevo acto psíquico» — como lo llamó Freud— alguien adquiere la posibilidad de
amarse a sí mismo y a los demás.
El
amor se convertirá en un elemento valioso y limitado, de modo tal que el sujeto
debe administrar cuánto se guarda para sí y cuánto da a los otros. Porque
cuanto más se ame a sí mismo menos amor tendrá para el resto y cuanto más lo
derive hacia el exterior, menos le quedará para cuidar su valor y su
autoestima. Se trata de guardar un sano equilibrio para evitar caer en situaciones
extremas y enfermizas. De allí la poética y veraz sentencia de Sor Juana Inés
de la Cruz: «El amor es como la sal. Dañan su falta y su sobra».
El
orgasmo es un acto que se disfruta en la más profunda soledad. Algunas personas
incluso pueden decirlo: «quedate quieto… no te muevas…, dejame a mí… no me
digas nada», u otras frases por el estilo. Es decir que lo que lo que el amante
pide en ese momento es que se lo deje solo con su cuerpo, con sus sensaciones,
en la posición que más le gusta y con el movimiento rítmico que desea, con sus
fantasías incluso, porque allí aparece toda una cuestión que no es de dos sino
de uno. Y conocer y respetar ese momento es parte de la construcción de una
pareja.
El
buen partenaire sexual no es el que tiene todo preparado, todo bajo control y
utiliza la misma técnica con todas las personas, porque la sexualidad humana es
un territorio de incertidumbres y no de certezas.
Es
ese famoso: «estaba allí y se me fue» o, como decía la misma paciente: «Fue un
orgasmito, no fue de esos fuertes, de esos que te dejan temblando». ¿Y eso por
qué? Porque no pudo quedarse sola en ese momento en el que se funde lo físico
con lo psíquico, el placer con el dolor. Por eso no debe sorprender que a
muchas personas les sea más sencillo alcanzar el orgasmo cuando se masturban
que cuando tienen relaciones sexuales.
A
ese funcionamiento que hace que la psiquis tienda a mantener constante un nivel
de tensión, que nunca será cero, porque no tendríamos deseo de nada, y a
disminuir cualquier exceso por registrarlo como displacentero, lo llamamos
Principio de Placer.
No hay nada más antinatural que la sexualidad responsable.
La
homosexualidad no es el acto perverso de alguien que somete a otro a padecer
algo aberrante, sino la elección consciente de dos personas en la cual uno no
es el objeto de goce del otro, sino que
ambos se constituyen en sujetos del amor.
La
perversión es otra cosa; es un tipo de relación en la cual no hay dos sujetos,
sino que uno de los dos es degradado a la condición de objeto para el goce del
otro.
Al
sádico lo que lo excita no es el dolor, sino la angustia del otro, y el
masoquista en su dolor obtiene placer.
cada
sujeto es único y sus reacciones tienen que ver, no con su pertenencia a la
especie, sino con la combinación de tres factores distintos cuya interrelación
irá formando la base de su personalidad: la herencia, la historia personal y la
sociedad en la que vive.
nuestro
nombre nos obliga a hacernos cargo de algo que se espera de nosotros desde
antes de nacer.
El
lenguaje es, entonces, aquello que nos hace seres diferentes del resto de las
especies. Porque su existencia echa por tierra con los llamados del instinto,
que nos impulsarían con su fuerza a ir y tomar sin más lo que satisface la
necesidad, y nos obliga a hablar, convencer, pedir, acordar y ceder para relacionarnos
con los demás
Siempre
hay algo imposible de ser dicho, algo que se pierde en la comunicación y que,
por ende, resulta inasible. Y eso que no puede articularse por medio de las palabras,
eso que no sabemos cómo pedir, dejará siempre un resto de insatisfacción. El
fruto de esa insatisfacción es, ni más ni menos, el que permite el surgimiento
del deseo. Un deseo que en parte tiene que ver con lo que decimos, pero también
con lo que no podemos decir.
Una
vez que ha sabido de la existencia de su madre, de su pecho que lo alimenta y
de sus brazos que lo calman, el niño ya ha entrado al mundo del deseo y, cada
vez que sienta hambre, sueño o miedo, no podrá evitar que surja ese deseo de que
la mamá venga, se haga cargo de sus demandas, y lo calme. Ésta es la
experiencia que da origen al amor.
Pero
siempre habrá una diferencia entre la satisfacción anhelada y la satisfacción
encontrada. Siempre habrá algo que queda, un resto de insatisfacción y ése será
el habrá algo que queda, un resto de insatisfacción y ése será el motor
permanente del deseo humano, ya que este modelo infantil se irá trasladando con
los años a todos y cada una de nuestras vivencias.
Cada
acto, cada palabra, puede funcionar entonces como un mandato a obedecer al ser
tomado por una psiquis en formación como la de un chico.
que
sin saberlo, todos llevamos mandatos que inconscientemente guían nuestros
pasos, muchas veces por caminos de dolor.
Un
mandato es una palabra, un gesto o un acto de otro que incorporamos y al que,
inconscientemente, le damos el poder de guiar nuestras vidas. He aquí la
característica de los mandatos: nos constituyen porque nos identificamos con
ellos y los incorporamos hasta hacerlos algo propio, y desde allí nos indican
cómo debemos ser para satisfacer el deseo de otros y, de esa manera, nos
señalan para satisfacer el deseo de otros y, de esa manera, nos señalan el
camino a seguir.
Cuando
nuestros padres nos transmiten que tenemos derecho a pelear por lo que
deseamos, que podemos fracasar en ese intento sin ser por eso inservibles, que
peleemos por seguir nuestros deseos, pero sin exigirnos el éxito como única
fuente de placer, incorporamos mandatos que son propiciadores y no frustrantes.
Todos
y cada uno de los lugares a los que podamos vernos convocados a ocupar en la
vida tienen que ser construidos, porque el ser humano no es un ser natural sino
un ser social.
ante
la falta de instinto, los seres humanos hemos desarrollado una fuerza tanto o
más movilizante aún: El Deseo. Esa energía que permanentemente nos impulsa a aún:
El Deseo. Esa energía que permanentemente nos impulsa a hacer cosas, armar
proyectos laborales o sentimentales, estudiar o hacer un viaje. El deseo que, por
ejemplo, toma la forma de la búsqueda del amor, del conocimiento o de la
realización de los proyectos personales.
La
«depresión», por ejemplo, término tan usado en estos tiempos, es una enfermedad
que se caracteriza por la desaparición del deseo, lo cual provoca una ausencia
de proyectos tan marcada que nos deja cara a cara con la muerte, destino final
y conocido de todo sujeto humano. Y es ante esta situación que surge la
angustia que nos invade dejándonos paralizados e impotentes.
esa
energía que parece habernos abandonados es lo que llamamos Deseo
Porque
el deseo, ese algo siempre insatisfecho, es el que nos impulsa a sobreponernos
a estas dificultades, el que nos insta a buscar nuevos horizontes, a volver a
empezar a pesar de los tropiezos e intentarlo siempre una vez más. tropiezos e
intentarlo siempre una vez más.
Decir
que el deseo es siempre insatisfecho no es lo mismo que decir que alguien deba
sentirse siempre insatisfecho y que no pueda disfrutar de los logros
alcanzados. Simplemente significa que nadie puede tenerlo todo, que siempre
podemos querer alcanzar un objetivo más.
Dijimos
que el amor requiere de una cierta idealización del otro, pues bien, el deseo
en cambio necesita degradar al objeto para poder erotizarse.
¿Y
cuál es la dificultad mayor que se le presenta a una pareja? La de poder
sostener el amor y el deseo en una misma relación, es decir, idealizar y
degradar, según sea el momento, a la misma persona, lo cual propone un desafío
para ambos.
los
mecanismos del amor y el deseo transitan por senderos tan distintos que no es
raro que puedan dirigirse a personas diferentes. Esta comprobación es tremendamente
dolorosa porque rompe con una de las ilusiones que genera el amor: completarse
el uno al otro.
el
tema de la fidelidad se impone como algo que no está dado por el solo hecho de
estar en pareja y que requiere de una decisión y un esfuerzo personal.
Para
concluir, digamos que el deseo es, en definitiva, la única arma que tenemos
para enfrentar a la muerte. Porque si no tuviéramos deseos, al mirar hacia
adelante, sin proyectos que nos movilicen, veríamos solamente en el final del
recorrido el destino que nos espera y no podríamos evitar pensar todo el tiempo
que nos vamos a morir. Movidos por la fuerza del deseo emprendemos epopeyas, escribimos
libros, nos enamoramos, estudiamos o simplemente transitamos la vida de la mano
de aquellos que, con su transitamos la vida de la mano de aquellos que, con su reconocimiento,
nos hacen renovar permanentemente las ganas de crecer y nos invitan a inventar,
siempre, un proyecto más.
«Hoy
en día la fidelidad sólo se ve en los equipos de sonido.» WOODY ALLEN
la
infidelidad es más complejo de lo que comúnmente se piensa y que no siempre se
puede poner a los buenos de un lado y a los malos del otro.
en
pocas etapas de la vida, el amor, el abandono, la soledad y el engaño se viven
con tanta potencia y con tan poca posibilidad de defenderse de la angustia como
en la infancia.
el
que desea se encuentra movilizado a ir imperiosamente en busca del objeto que
origina este deseo y, movido por esa fuerza que lo atraviesa, es capaz de
correr riesgos. Hay quienes buscan la tranquilidad intentando convencerse de
que ese amor o el deseo durarán toda la vida. Pero ya hemos dicho que en estos
asuntos no hay certezas posibles.
Porque
consciente o inconscientemente prometemos dar lo que no tenemos y luego, más
tarde o más temprano, se revelará la impostura.
mientras
que el deseo surge de un modo intermitente Porque mientras que el deseo surge
de un modo intermitente y busca la satisfacción inmediata, la reducción de la
tensión que genera, el amor, en cambio, anhela la permanencia en el tiempo. Entonces
ya no ocurre como con el puro deseo erótico que, una vez satisfecho, permite la
ausencia del otro hasta que vuelva a surgir el ansia de reencuentro. Por el
contrario, aquí es necesaria la presencia del amado, ahora, después y, si fuera
posible, toda la vida.
La
infidelidad es un hecho inesperado, vivido generalmente como algo extraño, como
si el infiel hubiera quebrantado un modo natural de relacionarse y la persona
que ha sido traicionada no llega a comprender los motivos del engaño y busca
una explicación que, de todos modos, no va a servir para que entienda, ni para
aliviar su dolor. Pero ocurre que lo que a veces nos cuesta entender es que la
fidelidad no es un acto natural sino el producto de una decisión. Decisión que,
generalmente, se sostiene con gran esfuerzo.
la
infidelidad. La percibimos como algo extraño, un hecho que nos sorprende, sin
pensar que es mucho más difícil ser fiel que no serlo. Porque la fidelidad debe
enfrentarse a la fuerza del deseo que, como dijimos, no se detiene por más que
estemos enamorados, y el amante fiel le presenta una batalla cotidiana a sus
tentaciones en pos de algo que considera mejor para él.
el
amor no trae por añadidura la fidelidad. Eso forma parte de la individualidad
de cada quien, de su subjetividad, de su modo de vivir la vida.
el
deseo no se deja apresar y continúa su recorrido por muy enamorado que alguien
esté. Pero esta idea está tan arraigada que se hace necesario, entonces,
encontrar siempre un problema como causa desencadenante de la infidelidad,
pasando por alto que lo problemático es la naturaleza misma del deseo.
La
libertad total de elección es algo que no existe en ninguna persona, que toda
elección está condicionada desde algún lugar.
¿Elegía
la infidelidad? Sí y no. Porque, como dijimos, no hay una manera de elegir que
sea totalmente pura, porque toda persona deviene de una construcción en la que
intervienen factores históricos, sociales y culturales. Nadie surge de la nada.
Todo hombre se ha criado en algún lugar y a partir de ahí ha desarrollado una
manera de sentir, una conducta y una forma de vérselas con su deseo.¿Le quita
eso responsabilidad sobre sus actos? De ningún modo. Un hombre, decía Freud, es
responsable hasta de lo que sueña.
¿puede
reintentarse una pareja después de una infidelidad? Y hay que decir que como
cada sujeto es único, hay parejas que pueden reconstruirse después de un arduo
trabajo y hay otras que no pueden ni siquiera intentarlo y se separan. Pero hay
un tercer grupo, que es el peor de todos, que es el de aquellos que no pueden
resolver lo que pasó y, sin embargo, permanecenjuntos.
Reintentar
una relación después de una infidelidad es algo posible, pero requiere de una profunda
sinceridad personal para poder reconocer si alguien puede o no volver a
confiar. Hay veces que se puede intentar. Y si a pesar de poner lo mejor que
tenemos nos damos cuenta de que el dolor no cesa, decir simplemente: no puedo.
Y
lo que ocurre es que una elección de amor es, muchas veces, una manera más en
la que puede aparecer el inconsciente, un modo particular de recordar, ya no
con ideas o palabras sino con actos, algo que no se pudo resolver y que tiene
su origen en esas relaciones primarias.
Decía
Borges que sólo una cosa no hay, y es el olvido. Comparto esa sentencia y digo,
junto a Freud, que recordar es la mejor manera de olvidar.
Comprendió
que no se trataba de transformarse en agresor y devolver ojo por ojo y diente
por diente, ni tampoco de poner la otra mejilla y seguir permitiendo que se lo
lastimara, sino que la mejor manera era evitar el golpe y, para lograr esto, el
único modo era no estar allí cuando ese golpe llegara. Es decir, no quedarse ni
participar en vínculos que se sostuvieran en una modalidad agresiva de
comunicación.
Muchos
padres al ver las cosas de las que son capaces sus hijos se preguntan: «¿Pero
qué habré hecho yo de mal para que me saliera así?». Ésa es, en general, una
pregunta retórica que espera una respuesta segura: nada. Sin embargo, creo que
no estaría mal tomarla como una pregunta abierta y cuestionarse, seriamente, si
algo en el modo en el que fue vivida la infancia de ese hijo no ha influido de alguna
manera en sus conductas presentes y, en ese caso, cuánto tienen o no que ver
esos padres con la realidad de la cual hoy se quejan.
este
hecho, que la mujer ya no necesite del hombre, lejos de ser algo menor, pone a
ambos ante un desafío maravilloso que es el de hacerse desear mutuamente, ya
que dos personas que no se necesitan eligen de todos modos estar juntos sólo
cuando eso es lo que desean. Y esto los obliga a seducirse, escucharse y hacer
esfuerzos por comprenderse y establecer acuerdos para vivir en pareja.
es
innegable que, en muchas ocasiones, una discusión puede ser algo productivo,
pero jamás lo será un discusión puede ser algo productivo, pero jamás lo será
un insulto. Por el contrario, éste genera en el agresor la tentación de avanzar
aún más, porque con cada uno de estos actos va perdiendo el respeto por el otro
Es
importantísimo amar a alguien para construir algo en común, pero no alcanza con
eso y, si no le sumamos el respeto y la confianza, por ejemplo, no
encontraremos en esa unión el clima necesario para, al menos, sentirnos bien
Lo
difícil es amar sanamente, controlando la ira, el malhumor, poniendo palabras
en lugar de actos y comprendiendo que la pasión, cuando está al servicio del
erotismo, puede llevar a disfrutes maravillosos, pero cuando esa misma pasión
se vuelca sin freno en las discusiones puede tener consecuencias lamentables.
A
pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus
sentimientos son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo
maravilloso y que el amor y el deseo puedan caminar juntos para siempre.