Hacía tiempo que no escribía en este blog, entonces, lo que hoy quería
contar lo voy a hacer desde acá.
Hoy, en el subte, uno de los artistas que lo recorren cotidianamente, se
estacionó en el vagón donde yo estaba y se puso a cantar. La voz era muy
similar a la de Abel Pintos.
Se acomodó contra una puerta, pidió disculpas por su voz “de resfrío”, encendió
un parlante y lanzó una base y sobre la base empezó a cantar “Zamba para
olvidar” (https://www.youtube.com/watch?v=W-EBESAcBr8), de la que te dejo el vínculo para
que la escuches por si no te acordás cual es, o por si no la conocés. Y te dejo
un vínculo para que escuches distintas versiones: https://www.youtube.com/results?search_query=zamba+para+olvidar
Y como ocurre habitualmente, siempre aparece algún disparador que me
trae recuerdos de algo. Esta vez, esta canción, me transportó a mi niñez…
Allá en Munro supimos ser una familia de cuatro, que pronto nos
convertimos en cinco. Papá, Mamá, hijos, barrio (en el conurbano), casa, auto…
Casi fuimos un estereotipo de “familia tipo de clase media”.
Casi fuimos.
La cuestión es que, en aquella casa, durante mucho tiempo, se escuchó
mucha música. Tanto que la música iba con nosotros en el auto familiar,
emergiendo de la radio AM y, después, con un grabador de casettes marca Sanyo (creo).
Aquel grabador llegó a la familia, si no estoy mal acordado, poco después del
Ford Taunus GXL 0 Km, que mi viejo compró en 1975. Y si no fue así, entonces
fue distinto…
Aquella casa tenía mucha música, música acompañada por la mejor
entonación posible de cada quien, teniendo en cuenta que la voluntad no lo es
todo. Pero la música estaba ahí, generándonos un volumen tal de sentimiento que
se nos escapaba disfrazado de, creo, malas entonaciones. Por lo menos, mis entonaciones (igual que hoy) sonaban desentonadas, pero voluntariosas...
Nuestra música tenía sitios asignados: se sentaba a la mesa de la
cocina, con forma de radio que, al principio fue grande, de madera; luego fue
algo más chica, y “de plástico”; estaba en un rincón del living con forma de combinado
–hecho por mi viejo cuando hacía un curso de “Radio y TV”.
(el de mi casa era exactamente igual a este)
El combinado pesaba una tonelada, pero eso no impedía que lo lleváramos hasta la galería, cuando hacíamos algún asalto (después nos acompañaría un Winco), o a la vereda de la calle, en alguna fiesta compartida con los vecinos.
Pero la música "envasada" se
guardaba en el ropero de mis viejos; ellos tenían varias pilas de discos de
pasta (antecesores de los LP, muy pesados, algo más chicos que los LP y muy
frágiles –se rompían de nada-),
además de los LP que son de vinilo, y de los “simples”.
La música era “casi” variada. Mi viejo escuchaba, exclusivamente,
tangos. Mi vieja escuchaba de todo, incluso, valses vieneses, Los Wawancó, Feliciano Brunelli... Mis hermanos y
yo, escuchábamos (a veces, forzados) lo que mis viejos escuchaban; pero el círculo de la vida nos llevó a que empezáramos a forzarlos a escuchar “música moderna” (lo que incluía al rock) que
era lo que más nos gustaba.
En mi casa había mucha música que acompañábamos cantando. Pero no había
folclore. Si hay una música que “casi” no había, era música folclórica. Creo
recordar que, en pasta, algo de folclore había.
El folclore se nos presentaba, a veces, por la radio.
El folclore se me presentaba, fundamentalmente, en los actos escolares.
Ahí, por lo general, teníamos mucho folclore. Realmente es mucho lo que
desconozco sobre el tema, pero siempre que un recuerdo trae adjunto folclore,
me trae:
- Zamba para olvidar –está más arriba el vínculo-
- La Cerrillana (https://www.youtube.com/watch?v=Splor0G-nRs)
- Hay otra más que, ahora mismo, el recuerdo me está bloqueando; sin embargo, sé que hay una más.
Esto es parte de lo que encontré y me trajo recuerdos. Seguramente hay
más, mucho más.