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viernes, 23 de noviembre de 2012

Para no perder el hábito...

La cultura, en su culturoso afán de brindarnos lo que supone es mejor para nosotros, nos culturiza. Es decir, nos reemplaza los básicos instintos animales por animaladas alejadas de cualquier instinto básico.
Nuestra "enculturación" comienza, como muy tarde, a partir del mismo momento del nacimiento, ese instante en que nos encajan un chupete para que nos desestresemos; aunque quizá sólo se trate de que nos dejemos de berrear. En algunos casos la culturización podría comenzar antes, al ponerle música sobre la panza, o al hablarle... Como sea, la cultura intenta hacer de nosotros, simples mortales, unos complejos mortales. Y para que aprendamos a vivir complejizados, la culturización formará a algunos como psicólogos, a otros como psiquiatras y a otros como bioquímicos para que nos den los antiácidos y el clonazepán. Y de todos renegamos.
Sobre este proceso ya cantó Joan Manuel Serrat, en su hermosísima canción "Esos locos bajitos". Entonces muy claramente dice "sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar", siendo poco inocente la elección del término domesticar. Después agregará "Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca" lo que no hace más que denotar algunos de los adoctrinamientos cotidianos, necesarios en el proceso de culturización.
Está claro que vivir desculturizado es imposible: 1) porque en el comienzo de la vida no es una elección posible, ya que no tenemos la capacidad ni el modo; 2) todo es parte de la cultura. En todo caso, podrán deshacerse algunos mandatos culturales, aunque no todos. Y resulta imposible vivir desculturizados ya que toda forma de agrupación de cualquier especie, posee su propia cultura. Puede gustar más o menos, pero todo forma parte de la cultura.
El término cultura tiene distintas acepciones y será usado tanto como plusvalía o como un culturoso desprecio.
Como objeto, tiene la misma propiedad que la lengua: está viva, y en consecuencia en permanente evolución (aunque si nos conviene, diremos que involuciona). Así las cosas, mantiene con los usos y costumbres una simbiótica relación de "ida y venida". Se retroalinentan.
Según la Real Academia Española, la definición es.:
Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.
Lo que no está dicho es que también cumple la función de adjetivo. Entonces tenemos "música culta", "gente culta", "publicación culta"... Habrá que ver si esa adjetivación cumple la función de sumar o restar.
La cultura, como todo lo que cambia, genera alguna resistencia, que con el paso del tiempo desaparece.
La cultura impone tanto haceres como no haceres, decires como no decires... Avala o desprecia acciones...
Pero la cultura no es en sí misma, la cultura será según la fuerza y la llegada de quien sea el vehículo. Y se mantendrá mientras resulte funcional.

martes, 6 de noviembre de 2012

No esperar nada de nadie...

No es fácil llegar a conseguir NO ESPERAR NADA DE NADIE.
Dicho así, podría sonar a autosuficiencia, pero ni de cerca es eso. Llegar a no esperar, es todo un recorrido y quizá me haya allanado algo de camino el hecho de no ser celoso ni posesivo. De todos modos se trata de una DECISIÓN y, por ende, me toca asumir los riesgos y responsabilidades por lo que "parece" más no por lo que ES.
No esperar nada de nadie, es liberador. No existe lugar para la frustración, ya que todo lo que llegue SIEMPRE sumará. Para sumar o para restar, pero siempre SUMARÁ. Además resulta tranquilizador porque cualquier decisión del otro, resulta del ejercicio pleno de sus capacidades y absolutamente despojada de mis presiones.
No esperar nada de nadie es el mayor ejercicio de libertad posible: lo que yo haga no te obliga a nada, de manera que todo lo que yo haga se basa en mi única y propia elección.
Tampoco se trata de someterse a decisiones ajenas. Así como mis haceres generan reacciones, lo mismo es a la inversa. No esperar no significa someterse, significa actuar en absoluta libertad. Como expresé más arriba, siempre suma, aunque sea para restar.
Alguna vez alguien me decía algo como "no te importa nada", y nada menos cierto. Dejar que cada quien elija, no reprochar, no sentir como un insulto personal los NOES, elegir no malinterpretar dichos y / o actitudes es liberarme de la carga que implica "interpretar", y reemplazarlo por la simpleza de entender que "ca' uno e' ca' uno e' ca' cual e' ca' cual". En libertad cada quien decide por sí mismo: he ahí el mayor acto de respeto por la individualidad.
Y como dije antes: no esperar algo en particular, implica que, en parte, mis acciones en respuesta a decisiones ajenas, no están teñidas por algo más que una tranquila elaboración.
Claro que soy persona y que algo puede salirse de rumbo.
Por otro lado, está claro que cualquier vínculo se inicia con una cuota más que importante de CONFIANZA. Partiendo de este punto, para mí, la cosa es ¿no es contradictorio CONFIAR, CONDICIONANDO las acciones ajenas? Porque CONFIAR implica dejar al otro hacer en su mayor libertad, sin agregarle presiones, aceptando que NO PODEMOS ni DEBEMOS QUERER controlar las acciones ajenas. Porque ¿qué dice de mí el querer controlar a alguien?
También es cierto que, parecería, que para alguna gente resulta agobiante RESPONSABILIZARSE de su libertad, entonces reclama que se lo esclavice. Quizá sea una cuestión de inseguridad, quizá sea una cuestión de manipulación o una cuestión de cargar sobre otro(s) la responsabilidad de la vida propia. Como sea, si apenas puedo con la propia ¿cómo cargar con la ajena?
Da la impresión que no interferir en la libertad ajena se asocia al abandono. Abandonar es despreocuparse; dejarte en libertad es acompañarte a crecer. Terrible diferencia.
Llegar a no esperar nada de nadie siempre es un camino. El punto de partida puede ser el despecho, la desilución, la amargura; o una decisión basada en el respeto. Ahí está la elección de cada uno.