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viernes, 22 de marzo de 2013

Dejando que salga

Cuando algo falta, falta. Una perogrullada (http://lema.rae.es/drae/?val=perogrullada) como pocas, pero eso no invalida la certeza de lo dicho.
Cuando algo no está, seguro generará algún tipo de sentimiento. Y supongo que esto va a depender de cada uno. Y también va a depender de cada uno, la importancia que le asigne a eso que no está. Lo que se sienta cubrirá un amplio arco de posibilidades, desde indiferencia hasta angustia.
La cosa es que cada uno va a darle una importancia diferente a eso que le falta. Y dependerá también de la situación. Puede ocurrir que algo que no tiene importancia en algún momento, pase a tener un valor descomunal en otro.
Tantas vueltas fueron para decir que todas las faltas no faltan del mismo modo porque va a depender de qué es lo que falta, de a quién le falta, cuándo falta, cómo falta, cuánto hace que falta...
En mi caso, hay faltas con las que me llevo mejor que con otras. Las que más me duelen son las que tienen que ver con afectos. Y ocurre que no hay reemplazo o sustitución posible. La falta del amor de un compañero es una falta imposible de sustituir. Y lejos de diluirse en el tiempo, se me hace más palpable. La cotidianeidad está llena de recordatorios.
Y como cada uno es como es, es que a mí me pega muy mal. Y por mis particularidades es que voy perdiendo la perspectiva y que se me va haciendo más complicado volver al eje. Por supuesto que no vuelvo y empiezo a entrar en un tirabuzón descendente que me opaca por completo. Obviamente todo empieza a perder sentido y a la pregunta "¿para qué?" le desaparecen las respuestas convincentes. Todo empieza a perder color, los intereses se convierten en desintereses y las incógnitas le ganan y por mucho a las certezas. Claro, la autoestima ya se convirtió en un descolorido recuerdo y sólo me queda la impresión de haberla tenido alguna vez. Todo se me descontrola tanto que hasta gano en kilos el peso de mi amargura. La crueldad que no descargo en nadie o nada, me la cargo encima y me dedico los comentarios más de mierda que alguien pueda recibir. Y una sensación muy fuerte que reaparece es la de haberme convertido en transparente.
Es que así es como soy.
Desde la buena intención aparece por todos lados la frase salvadora: "todo llega". Bueno, lo cierto es que no es cierto que TODO llegue. Quizá llegue algo, pero todo es imposible. Y escucho: "todo pasa", lo cual es cierto, pero la cosa quizá no sea saber QUE VA A PASAR (que ya sabemos que pasará), sino poder determinar CUÁNDO VA A PASAR. El escarnio del dolor se siente mientras se atraviesa. Podría ser que la frase sirviera como la zanahoria delante del burro, pero como estoy ganado por el descreimiento, no me sirve.
Cuando llego a este punto, la pregunta de cada mañana es: ¿qué sentido tiene todo? La respuesta es obvia: ninguno. Lo cierto es que, a pesar del desánimo, todavía algunas hilachas siguen sosteniendo las acciones (o las no acciones), como ser la inercia, no romperle los huevos a nadie, porque otra no queda... Y no puedo asegurar que mucho más.
Además son momentos de profundos caracoleos (meterme hacia adentro): no salgo de mi casa. Y es literal. Excepto por cuestiones que sean imprescindibles, no asomo la nariz: mejor solo que sentirme una mala compañía. Y difícilmente cuente, ya que para este momento estoy harto de escucharme. Y mucho más de no encontrar soluciones. Y lo que siempre está dando vuelta es la impresión de que no me sé hacer entender. A veces alcanzaría con que alguien sólo escuche y me abrace de modo tal que pueda hacerme bolita y llorar hasta que la cara se me desgarre.
Volcarlo en estas palabras en este blog, funciona como válvula de escape. Y no me siento expuesto porque es muy raro que alguien lo lea.
Hace poco, durante mi sesión de terapia, refloté un viejo sentimiento: el de haber crecido en el seno de una familia que no me quiso (sentimiento que me acompañó toda mi infancia y que en la adolescencia exorcicé de algún modo que no recuerdo). Seguramente debería haberme servido para trabajarlo y mejorarme. En cambio, estando en esta situación en la que estoy, lo que me provocó fue "para qué mierda me sirvió esto". Y la respuesta termina siendo la misma de antes: para nada. Pero también apareció mi tío Carlos y me identifiqué con él y después del dolor de la identificación, de nuevo: "¿para qué mierda me sirvió esto?" y la respuesta se repitió. Claro que estas situaciones debieron haberme servido para repararme. Pero no es momento. Las ganas y el interés están sofocados por un denso desinterés, muy integrado a un profundo desánimo.
Como dije más arriba: así es como soy.
Volver a mi eje es un laburo que retomaré. Por ahora no puedo más que esto.
La pregunta podría ser ¿y todo esto porque no tenés novio? y la respuesta sería un ofendidísimo NO. Si es lo que te quedó, queda claro que ni siquiera puedo explicarme.

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