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domingo, 30 de junio de 2019

¿Prefiero creer que todavía hay esperanza?

Hoy es (o empieza a dejar de ser) sábado, 29 de junio de 2019.
El pronóstico de hoy...

 

se cumplió. A medida que la tarde avanzó, la llovizna se fue haciendo cada vez más persistente y la temperatura fue descendiendo. No puedo decir que haya hecho frío, pero puedo decir que fue un día desapacible...
Ahora, a la noche, desde mi casa y cuando la llovizna se convirtió en una garúa...




después de haber cenado, voy a dedicarme a escribir algo que me tocó ver.
Vi lo que vi, pero también imaginé y supuse en función de lo que vi.
Durante el día de hoy, Manuela, la mascota de catorce años de Raúl, mi novio, murió. Después de preguntarle si quería que fuera a acompañarlo un rato y haber recibido un "sí" por respuesta, me fui para su casa. Sobre el duelo por la partida de las mascotas, sólo voy a decir que, como todo en la vida, cada quien lo lleva a su modo. Aprendí que, desde mi lugar, sólo puedo acompañarlo y respetar el proceso. Y así como en este caso, en muchos otros.
La cosa es que, después de pasar la tarde juntos, para volver a mi casa, tomé el tren Belgrano Norte hasta Retiro y, desde ahí, el 33 para concluir el viaje de llegada.
Al llegar, y como consecuencia de las obras (que imagino que son) de construcción de la nueva estación terminal del tren San Martín, la zona es un desastre: parte de la avenida Ramos Mejía obstruida, paradas de colectivo inhabilitadas, colectivos circulando por donde se puede y, lo peor, las paradas de colectivo sin iluminación. La cosa es que bajé del tren, salí de la terminal y me acomodé, en la oscuridad, detrás de una chica (mujer joven, en realidad) que estaba esperando. Después sabría que esperaba y viajaría en el mismo colectivo que yo.
Después de un rato, molesto por la demora, la oscuridad, la llovizna y la temperatura que bajaba, empecé a dedicarme algo que me caracteriza: mirar. Porque, como ya conté, si hay algo que hago, eso es mirar.
Un poco más adelante de mí, ocupando un lugar en un asiento, había dos sombras: una persona adulta con un@ niñ@ "a upa". Ambos abrigados (como dije hacía frío, mucho más si uno está a la intemperie y expuesto constantemente al viento y, para hacerlo peor, con la temperatura bajando) hasta con una frazada cada un@. Por la iluminación que aportaron las luces de algunos colectivos al pasar, pude distinguir que la sombra que sostenía al niñ@, pertenecía a un hombre. Imaginé que ese hombre era joven, con barba... Pero no tengo sustento para sostener lo que imaginé.
Mientras soliloqueaba y mironeaba alrededor, por la Av. Ramos Mejía y empujando un carro 

Resultado de imagen para carro de cartonero

muy parecido al de la foto, incluso con esa misma bolsa pero vacía, se acercó un hombre, delgado (quizás en demasía), de andar cansino, aunque constante.
Pocos metros después de pasar por delante de mí (y antes, por delante del señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima), se detuvo. Tomó de dentro de la bolsa una "vianda" muy parecida a la de la foto

Resultado de imagen para vianda en bandeja plástica para gente en situación de calle

envuelta en film (ya dije que soy mirón y el reflejo de las luces de los vehículos me dejaron distinguir ese film) y apoyando encima de este, algún tipo de utensilio para consumir el contenido. Dejó su elemento de trabajo -el carro- (según yo, claro), se acercó al señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima, y le extendió la vianda. El señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima, intercambió palabras con el señor que empujaba el carro y terminó aceptando la vianda.
Manipuló la vianda (imagino que "pelándola", es decir, quitando el film), tomó el utensilio y empezó a dedicarse a alimentar al / a la niñ@ que tenía encima.
Y el señor que empujaba el carro, volvió a esa tarea: volvió a empujar el carro...
Entonces, yo que no creo en la gente; yo, que creo que la gente (siempre incluyéndome entre "la gente") es mala por naturaleza, pero adiestrada para aparentar no serlo por la socialización y la cultura; yo, el que no espera nada de nadie... decidí que PREFIERO CREER QUE TODAVÍA HAY ESPERANZA.
¿PREFIERO CREER QUE TODAVÍA HAY ESPERANZA?
Por supuesto que esa esperanza no es muy esperanzadora y tiene matices, dados por los cuestionamientos que, natural y obviamente, me aparecen.
El señor que empujaba el carro aparentaba ser lo que, de algún modo, llamamos "cartonero". Ese cartonero que pasó a ser llamado reciclador.
El señor que empujaba el carro, no parecía estar distribuyendo viandas. En mi suposición (o imaginación romántica) el señor empujador de carro cedió al señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima, la vianda en cuestión que, originalmente (y en mi mirada romántica) le pertenecía. Entre lo que miré y lo que pude imaginar con lo visto, no me pareció divisar dentro de la bolsa del carro, más viandas.
Las preguntas, entre otras, son: 
¿Por qué no se me ocurrió a mí, alcanzarle al señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima, una vianda de algo?
¿Por qué no está el estado brindando amparo al señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima?
¿Por qué no hay más fundaciones ocupándose de los muchos "señor en sombras, abrigado, con un@ niñ@ encima"?
Al final, y sin que sea concluyente, parecería ser que sólo entre "pares", la caridad es posible. Parecería ser que sólo los que atraviesan situaciones similares, son capaces de acobijar a sus pares; o a aquellos que podrían serlo.
Quisiera poder preferir creer que todavía hay esperanza, que todavía es posible esperar que la sociedad (de la que soy parte) será más amorosa, respetuosa e inclusiva con tod@s.
Quisiera. Y voy a hacer el esfuerzo por creerlo. Pero la realidad me lo hace difícil, lo que escucho y veo que la sociedad hace, casi me lo impide.
Justo este sábado, con los alumnos de uno de los cursos, estuvimos hablando del tema. Parece que Dios me está dando un mensaje.
Voy a tratar de intentar entenderlo.
Voy a hacer el esfuerzo por creer que, aunque bastante escasamente, todavía hay esperanzas...

jueves, 20 de junio de 2019

Mis aparatos y yo...

... muchas veces desarrollamos algo que se parece a un "vínculo".
O yo lo siento como si fuera un vínculo.


Esta foto es de mi vieja netbook, comprada en el 2011 (y desde la que estoy escribiendo ahora) y que mi amigazo Carlitos, revivió. Hacía un tiempo que no la usaba porque no cargaba; y no sabía si se debía a que se había roto la ficha de carga o a alguna otra cuestión. Bueno, Carly pudo arreglar la ficha para que vuelva a cargar. Y así la volví a usar.
La batería ya no tiene autonomía...
La pila que mantiene la configuración y la fecha y hora ya está agotada...
Sin embargo, es MI NETBOOK, y me acompañó mucho, mucho.


Resultó ser que en 2011, durante quince días (del 15/06 al 22/05) estuve internado en el Sanatorio Sagrado Corazón (aunque el tratamiento fue de nueve meses), por lo que terminó siendo una tuberculosis pleural, pero que empezó con la sospecha de un cáncer de pulmón. Mi amiga Alicia (alias "Vecina") , durante esos días, me prestó su netbook. Y eso me decidió a comprarme una, ya que el equipo  ES GENIAL. Lo fue en aquel momento y, actualmente, funciona genial. Por supuesto que es una netbook.


El día que Ali me la llevó, quise comprármela, pero por algo que desconozco, la operación no se completó y me quedé sin compra. Igual, Ali me dejó la suya. Y la exprimí durante todo el tiempo que me la prestó.


Cuando llegué a mi casa, compré mi equipo (la negrita) y le devolví a Ali el suyo. Quizás sea el motivo del vínculo que tengo...


Y mi netbook sigue funcionando, y al usarla me siento reconfortado y muy a gusto. Y a la pobre, cada vez, le va costando un poco más. Pero está conmigo desde el 2011, compartiendo todo un tiempo "incómodo" en el que me acompañó, incluso, a los controles médicos de aquel tiempo.


Y, sí. Acá sigue conmigo.
Por el tiempo que pueda seguir funcionando, me seguirá acompañando.

martes, 21 de mayo de 2019

De nuevo, un recuerdo me trajo hasta acá...


Hacía tiempo que no escribía en este blog, entonces, lo que hoy quería contar lo voy a hacer desde acá.
Hoy, en el subte, uno de los artistas que lo recorren cotidianamente, se estacionó en el vagón donde yo estaba y se puso a cantar. La voz era muy similar a la de Abel Pintos.
Se acomodó contra una puerta, pidió disculpas por su voz “de resfrío”, encendió un parlante y lanzó una base y sobre la base empezó a cantar “Zamba para olvidar” (https://www.youtube.com/watch?v=W-EBESAcBr8), de la que te dejo el vínculo para que la escuches por si no te acordás cual es, o por si no la conocés. Y te dejo un vínculo para que escuches distintas versiones: https://www.youtube.com/results?search_query=zamba+para+olvidar
Y como ocurre habitualmente, siempre aparece algún disparador que me trae recuerdos de algo. Esta vez, esta canción, me transportó a mi niñez…
Allá en Munro supimos ser una familia de cuatro, que pronto nos convertimos en cinco. Papá, Mamá, hijos, barrio (en el conurbano), casa, auto… Casi fuimos un estereotipo de “familia tipo de clase media”.
Casi fuimos.
La cuestión es que, en aquella casa, durante mucho tiempo, se escuchó mucha música. Tanto que la música iba con nosotros en el auto familiar, emergiendo de la radio AM y, después, con un grabador de casettes marca Sanyo (creo). Aquel grabador llegó a la familia, si no estoy mal acordado, poco después del Ford Taunus GXL 0 Km, que mi viejo compró en 1975. Y si no fue así, entonces fue distinto…



Aquella casa tenía mucha música, música acompañada por la mejor entonación posible de cada quien, teniendo en cuenta que la voluntad no lo es todo. Pero la música estaba ahí, generándonos un volumen tal de sentimiento que se nos escapaba disfrazado de, creo, malas entonaciones. Por lo menos, mis entonaciones (igual que hoy) sonaban desentonadas, pero voluntariosas...
Nuestra música tenía sitios asignados: se sentaba a la mesa de la cocina, con forma de radio que, al principio fue grande, de madera; luego fue algo más chica, y “de plástico”; estaba en un rincón del living con forma de combinado –hecho por mi viejo cuando hacía un curso de “Radio y TV”. 




(el de mi casa era exactamente igual a este)
El combinado pesaba una tonelada, pero eso no impedía que lo lleváramos hasta la galería, cuando hacíamos algún asalto (después nos acompañaría un Winco), o a la vereda de la calle, en alguna fiesta compartida con los vecinos.
Pero la música "envasada" se guardaba en el ropero de mis viejos; ellos tenían varias pilas de discos de pasta (antecesores de los LP, muy pesados, algo más chicos que los LP y muy frágiles –se rompían de nada-), 
además de los LP que son de vinilo, y de los “simples”.
La música era “casi” variada. Mi viejo escuchaba, exclusivamente, tangos. Mi vieja escuchaba de todo, incluso, valses vieneses, Los Wawancó, Feliciano Brunelli... Mis hermanos y yo, escuchábamos (a veces, forzados) lo que mis viejos escuchaban; pero el círculo de la vida nos llevó a que empezáramos a forzarlos a escuchar “música moderna” (lo que incluía al rock) que era lo que más nos gustaba.
En mi casa había mucha música que acompañábamos cantando. Pero no había folclore. Si hay una música que “casi” no había, era música folclórica. Creo recordar que, en pasta, algo de folclore había.
El folclore se nos presentaba, a veces, por la radio.
El folclore se me presentaba, fundamentalmente, en los actos escolares. Ahí, por lo general, teníamos mucho folclore. Realmente es mucho lo que desconozco sobre el tema, pero siempre que un recuerdo trae adjunto folclore, me trae:
  1. Zamba para olvidar –está más arriba el vínculo-
  2. La Cerrillana (https://www.youtube.com/watch?v=Splor0G-nRs)
  3. Hay otra más que, ahora mismo, el recuerdo me está bloqueando; sin embargo, sé que hay una más.
Y, entonces, me puse a revisar Youtube para ver si recordaba algunas canciones folclóricas más. Y algunas encontré:
No soy de aquí, ni soy de allá (https://www.youtube.com/watch?v=HAKnWi15ycs)
Canción para una mentira (https://www.youtube.com/watch?v=T77rPNeVdyE)

Esto es parte de lo que encontré y me trajo recuerdos. Seguramente hay más, mucho más.


jueves, 7 de marzo de 2019

Algo que se desató sobre mi niñez...


Cuando estudio, cuando comprendo algo, siento que se desata un proceso de "encaje" de piezas, como en el Tetris. En esas circunstancias, en mi "cabeza", todo ocupa ese único espacio que le corresponde y se interrelaciona con cuestiones ya apre(h)endidas o, simplemente, conocidas. A partir de ahí, todo ese entramado se transforma en saber, en conocimiento, en algo que ya sé. Por supuesto que no es estático y que puedo, no sin trabajo consciente, modificarlo. Pero, aunque ya no lo use, queda guardado en algún rincón de mi materia gris. Al menos, por ahora. 
Con mi terapia fue igual.
¿Qué desata esa catarata? No lo sé. Al menos no en forma consciente.
Tanto prolegómeno me resultó necesario para llegar a contar lo siguiente…
Estaba en mi laburo, preparando el material para los cursos, y "de la nada" -creo-, se me apareció una hilacha del alma; una hilacha teñida por reminiscencias de la niñez. Y como las hilachas están hechas para ser estiradas, estiré. Esto provocó que apareciera...
La casa de mis abuelos paternos que, casi con certeza, era así: 


Entoncces empecé a buscar en Internet, a ver qué había. Y como el que busca encuentra (teniendo en cuenta que hay que bancarse lo que se encuentre), encontré:
Sobre mi abuelo paterno, Severo Gabrielli: http://buscardatos.com/Personas/PadronYGuia/cpa.php?apellido=B1605BEK, aunque aparece como SeRvero. Me impresionó encontrar un posible número de Libreta de enrolamiento (43278) y que, quizás, haya nacido el 01/01/1902. Por desgracia no tengo ningún dato sobre mis abuelos paternos, entonces me alegra cuando encuentro algo, aunque siempre quisiera corroborarlo. De mi abuela paterna, que creo que se llamaba Celina Calistro, desconozco todo. Mi viejo solía decir que "era india", sin aclarar de qué hablaba. Y nunca se me ocurrió preguntarle de qué hablaba. Con el paso del tiempo le pregunté a un primo (nuestros padres eran primos, por el lado materno) si conocía la historia "india" y él me aportó lo siguiente: Un antepasado de mi abuela, de apellido Calistro, participó de la "Campaña al desierto"  y que se había "robado" una "india", con la que se casó cuando volvieron (¿a Buenos Aires?). Y por si no fuera poco, tampoco sé cuando falleció cada uno. De mi abuelo paterno, sé que fue policia del cuerpo montado y que falleció de cáncer. De mi abuela paterna, sé que tuvo algo similar a la demencia; que salía a comprar y se perdía y que siempre alguno de sus cuatro hijos tenía que ir a buscarla, y que ella decía "uno de estos días voy a agarrar Malaver derecho", sin que nadie asociara que por ahí, se llegaba a las vías del tren Belgrano. 


Y así fue, se suicidó tirándose debajo del tren. Aunque mi vieja contaba que caminó por las vías, sin que la formación pudiera frenar.
Sobre la casa, encontré dos avisos de venta: https://www.argenprop.com/casa-en-venta-en-munro-5-ambientes--4701445 y https://m.inmuebles.clarin.com/casa-en-venta-en-munro-5-ambientes--4701445 y me dejaron congelado las fotos que ahí se muestran.
El tiempo que vivimos ahí, no lo tengo claro. 
Fuimos a vivir ahí mientras arreglaban la casa que mis viejos habían comprado, también en Munro. Y aunque no sé cuánto tiempo, tengo dos hechos que marcan un posible límite temporal: 1) Unas fotos de mi jardín de infantes, que lo hice a unas cuadras de esta casa, y detrás de la cuales mi vieja escribió "1967"; entonces, siendo que nací en 1963, nosotros llegamos ahí, supuestamente, antes de aquel año; 2) Hice toda mi primaria en la misma escuela, entre 1970 y 1976, y ya vivíamos en la casa de mis viejos, por lo tanto, debimos volvernos antes de comenzar las clases, en 1970. 
Mi jardín de infantes estaba en la calle Antártida Argentina 2360

y estaba a casi seis cuadras de mi casa.


Mi paso por aquel jardín (y por cualquier otro) fue fugaz, pero algo quedó de aquella época, de un acto del "Día de la Madre":






Por cuestiones que algún día entenderé siempre viví cerca de algo referido al fútbol. En esa etapa, enfrente del club Colegiales:


Y ese club no estaba fuera del ámbito cotidano, dado que ahí jugábamos, celebrábamos algún carnaval...
Por aquella época, la calle Malaver era de tierra, con zanjones. Eso me permitió disfrutar de las ranas, vivas; porque las ranas que comimos las fuimos a cazar a otro lugar. Poco después, vimos como asfaltaban la calle y perdía su calidad de única.
Cuando busqué en www.google.com.ar/maps, la imagen que aparece de Street View, es:


Pero en la época a la que me refiero, 1 y 2, formaban parte de la misma propiedad. Mi papá contaba que la casa la habían construido mis abuelos (Celina y Severo) y sus hijos (mi tía, Lidia; mi tía, Nelly; mi viejo, Aldo y mi tío, Carlos).
Mientras vivíamos ahí, mi viejo y "álguienes" más, se ocuparon de arreglar la que sería la casa familiar. En mi familia contaban que, una de mis tantas cagadas, fue meterme en el medio de un pastón que mi viejo había preparado; situación que no recuerdo.  Aunque sí recuerdo que, en algún momento, vi el carting que tenía mi hermano mayor, Sergio, abandonado y cubierto por el pasto y que la situación me había enojado porque no podía usarlo. Acá el carting en cuestión:
En la foto, mi hermano mayor, Sergio, en brazos de mi abuela materna, Elsa; ambos en el fondo de la que sería la casa familiar, antes de los arreglos.
La hilacha me trajo el recuerdo de una escalera y ahí caí en una duda: ¿subí por esa escalera? No me acuerdo. Tampoco me acuerdo de la terraza, pero sí recuerdo la escalera. De hecho, la escalera semicircundaba el patio que estaba a la salida de la cocina, y al que daba la ventana de la habitación que usábamos mi hermano y yo. Acá la ventana en cuestión y parte de la escalera:



Nos recuerdo a Sergio y a mí, jugando con los autitos en ese patio. Recuerdo un Peugeot 404 (creo que azul oscuro) que tenía una pequeña palanca a la altura de los zócalos de las puertas (que creo que se abrían, lo mismo que el baúl y el capot del motor) para girar las ruedas delanteras. No recuerdo si teníamos uno cada uno. El auto era algo así:

Pero también nos recuerdo usando los Mis Ladrillos de goma (se secaban y se rompían, haciéndose un polvo), los Rasti (que tenían una palanca para separar las piezas) y algo parecido al Mecano (o un Mecano):



En ese patio, todas las mañanas, nos esperaba Cocolicha. Como figura en el esquema, teníamos gallinero. Mi vieja (o mis viejos, no lo tengo claro) compraron, por tandas, algunos pollitos. De alguna tanda, salió Cocolicha. Esa gallina era la única que daba huevos de doble yema. Por algún motivo, empezó a seguir por todos lados a mi vieja, y así se convirtió en "casi" otro perro. La llamábamos y ella se acercaba cacareando. Cuando era la hora de la comida, con mi hermano, cavábamos y sacábamos lombrices, que le dábamos en el pico. Andaba por la casa y, hasta donde me acuerdo, jamás ensució. Cuando compraban pollitos, mi vieja acondicionaba una caja de zapatos, ponía los pollitos y le decia a Cocolicha: "Coco, me los cuidás bien" y ella entraba a la caja, estiraba las alas y los tapaba. Una vez, mi tía y mi abuela se llevaron a mi hermano a Villa Gesell. Por alguna causa, mis viejos y yo fuimos después, en el Jeep carrozado corto de mi viejo, parecido a este:
No sé cuántos días estuvimos fuera, pero al volver, "Coco" estaba sentada en el marco superior de la puerta "del costado", la que está marcada como c), en el croquis.
Para terminar con el patio, en esa habitación, mi hermano pasó su posoperatorio de las amígdalas. Ahí mismo tuve mi primer espasmo bronquial, que me trataron con "untura blanca".
En el esquema de la casa, marcado con la letra a), está la puerta de entrada. Cierta vez golpearon y mi mamá me dice "andá y decí que no estoy", entonces fui y dije "dice mi mamá que no está". ¡Bueh!...
A continuación de la cocina, había un patio (al que daba una habitación, una especie de pequeña cocina y un baño muy rudimentario, todo independiente de la casa principal y a los que nos referíamos como "... de afuera") que tenia una estructura que servía para que un parral (de uvas chinche, creo) se enroscara y creciera. Sobre el parral se escuchaban ruidos que se atribuían a las ratas, comiéndose las uvas. Y ese patio que disfrutaba de la sombra del parral, padecía ser teñido por las uvas que caían. Como se dice por ahí, "al que le guste el durazno, que se banque la pelusa).
El punto b) indica el sitio donde había un escalón, ya que había un desnivel entre el comedor y el
resto de la casa, hacia el frente. Sentado en ese escalón vi la llegada del hombre a la luna, varios programas del Topo Gigio, incluyendo su despedida. Por aquel tiempo estaba con Juan Carlos Mareco, "Pinocho".
El punto marcado como d), era el garaje. Supongo que eso fue algo que hizo mi viejo, ya que nunca supe que mis abuelos hubieran tenido auto. Ese garaje no tenía techo ni electricidad y el piso era tierra maltrecha por la entrada y salida del Jeep de mi viejo. Y era un lugar donde yo solía jugar con mis "autitos de colección". Cierta vez estuve jugando con mi Jeep Matchbox, amarillo, como este:
y me lo olvidé. Mi viejo llegó, entró el auto y... fui corriendo a buscar mi autito, pero no lo encontré. Lloré mucho, mucho. Al día siguiente lo encontré incrustado en la tierra. Pude rescatarlo un poco maltrecho.
El punto marcado como e), más o menos, era el lugar donde estaba un árbol de granadas. Muy cerca de ese árbol, mi viejo ponía la parrila y hacía el asado. Acá una muestra:
La puerta que se ve detrás de mi vieja, es la que estaba en lo que figura como baño, al final del croquis.
Cuando la casa tenía dos lotes, mucho estaba ocupado por plantas y árboles. Eso formaba parte del jardín. Y en un lugar del jardín, mi mamá y mi abuela, con el pasillo de fondo:
Cerca de donde están mi vieja y mi abuela, había un árbol de quinotos, al que nos trepábamos y del que nos comíamos, sin piedad, los frutos. La sombra que se ve al costado de mi vieja, creo, era la que proyectaba un árbol de mandarinas salvajes. La particularidad era el tamaño de las púas que tenían sus ramas.
Acá mi hermano, contra una de las medianeras.
La cosa es que, en cuestión de minutos, todo cayó como una catarata. 
Como dije antes: las hilachas están hechas para ser estiradas, y hay que bancarse lo que va trayendo...

miércoles, 13 de septiembre de 2017

¿¡Y la empatía!? Nada bien; nada, nada, nada bien…

Hace días que estoy dando vueltas con esta cuestión de la empatía. Para empezar y para tener el mismo punto de claridad, digamos que empatía es, según Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Empat%C3%ADa. Esta información la obtuve de la primer página de búsquedas de www.google.com.ar (https://www.google.com.ar/search?q=que+es+la+empat%C3%ADa&oq=que+es+la+empat%C3%ADa&aqs=chrome..69i57j0l5.4639j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8). Según la RAE, empatía es: http://dle.rae.es/?id=EmzYXHW.
Y siguiendo con las definiciones, digamos que, según Wikipedia, capacidad significa: https://es.wikipedia.org/wiki/Capacidad, y según la RAE, http://dle.rae.es/?id=7HZdnLt.
Básicamente, empatía es la capacidad de un alguien para ponerse en el lugar (o en los zapatos) de otro alguien.
La pregunta es: ¿todos tenemos esta capacidad? Yo creo que sí. También creo que uno tiene que tomar la decisión de hacerlo. Y también sé que para poder hacerlo, hay que dejar de lado los prejuicios. Y justamente este último punto es lo que lo hace más impracticable, al menos, en algunas situaciones.
Ahora bien, como casi todo lo que nos es propio, está teñido por nuestra subjetividad, cuyo principal ingrediente resulta ser la CULTURA, que según la definición de RAE es: http://dle.rae.es/?id=BetrEjX, y según Wikipedia es: https://es.wikipedia.org/wiki/Cultura
O sea, la cultura, termina siendo una encerrona. De algún modo, el término encierra en sí mismo un encanto del que ninguno queremos estar lejos,  y decir que uno es culto, nos enchastra con un glamur irresistible.
Como sea, sigo insistiendo que cada uno de nosotros cree en quien / o en aquello que, tiene ganas de creer y por todos los motivos subjetivos que nos hacen creer que objetivamente ese otro, o esa otra cosa, es creíble. En esta encerrona nos encerró (valga tanta redundancia) la curturra.
Pero volviendo al tema de la empatía…
Por estos últimos cuarenta y tres días, se viene hablando mucho de Santiago Maldonado. Por ahora lo único que sabemos es que es un muchacho; parece que de profesión artesano; que tiene algo así como veintiocho años; que el 01/08/2017, en Chubut, acompañaba a un grupo de mapuches que estaban protestando en la ruta 40, sabemos que la Gendarmería toma acciones para “despejar” la ruta, que los mapuches huyen y que este muchacho termina no volviendo a juntarse con su grupo. A partir de esta situación, empieza a hablarse de su desaparición. Y en algún momento, es la justicia la que cambia la carátula de la causa a “desaparición forzosa”.  Lo único real y cierto en esta situación es que Santiago Maldonado no aparece.  Dijeron muchas cosas, pero él no está de vuelta. Todo lo demás, no es otra cosa más que especulaciones, suposiciones, dimes, diremes y diretes que circulan. Para algunos, este chico es un demonio y para otros, es un mártir. Por supuesto que, como en todo, todos ya tenemos una posición tomada. El problema es que todos damos por cierto que nuestra CREENCIA es la verdad absoluta. Lo que se dice: “la verdad de la milanesa”.
Este tema de la empatía que propongo no tiene que ver con Santiago Maldonado. Tiene que ver con sus padres.
Más allá de lo que cada uno haya querido creer del muchacho (sin que tenga un mínimo de posibilidad de aseverar que es cierto), no puedo dejar de pensar en su familia. De ahí que cobra un grandísimo valor esto:
Supongo, ¡bah!, doy por cierto, que todos los que hablan de Santiago Maldonado no tienen ni la menor idea de lo dicen, excepto, por algunos de los seres más cercanos. Supongo que no necesito explicar esto que acabo de decir. Y si fuese necesaria alguna explicación, intente alguno de ustedes a decir algo de mí, y seguramente no será todo lo cierto que creen que es. A la inversa, funciona igual.
De Santiago Maldonado no tengo nada que decir que sea cierto. Lo que tengo para mí, son sólo mis suposiciones y lo que creo que es cierto (y que no necesariamente lo es).
Pero lo de sus padres, es diferente.
Soy papá y mi hijazo tiene, hoy 13 de septiembre de 2017, veintiséis años. Y uno de mis ahijados tiene vientisiete,  mi otro ahijado tiene vienticinco… Intento decir que todos los pibes de mi entorno más cercano, tienen una edad similar a la de Santiago Maldonado.
¡¿Cómo no sentir empatía con esos padres?! Nuestros hij@s tienen edades similares, aunque derroteros distintos. Pero l@s hij@s, son los hij@s. Y aunque sus edades fuesen diferentes, el sentimiento de amor hacia l@s hij@s es similar. Muchísimos otros casos, aunque en diferentes circunstancias, despertaron la compasión por las familias (aunque ninguno se salvó de los comentarios de mierda, vale recordarlo), pero parece que este, no. Las circunstancias son diferentes, pero la consecuencia es la misma: un / una hij@ no está con la que consideraba su familia. En las redes sociales aparecieron, aparecen y aparecerán, publicaciones sobre las búsquedas de hij@s que no están, y generalmente se replican. Lo mismo con animales abandonados, maltratados, asesinados… Muchas publicaciones parecen despertar algún tipo de compasión. Pero en este caso, esa compasión no parece aparecer.
No tengo idea de lo que deben estar sintiendo, pero sé muy bien que están pasando por un océano de dolor. Como papá, ponerme en el lugar de quien no tiene noticias de su / sus hij@ / hij@s, me genera una sensación gran angustia. Y no necesito más para suponer la desolación en la que se encuentran.
Y después escucho todo lo que mucha gente dice y me pregunto si no sienten un mínimo respeto por el dolor de esta gente. Y me preguntó por qué no pueden, por un momento, pensar en esos padres que la están pasando muy mal. O, siquiera por respeto, no decir algo ofensivo que le sume dolor al dolor. Siquiera para no echar vinagre sobre las heridas.
Cuando todo se sepa, todo se sabrá, si es que algún día conseguimos saber. Porque está visto que, aunque sepamos, nuestra convicción es más fuerte que cualquier verdad. Eso sí, después nos autoproclamamos ADALIDES DE LA OBJETIVIDAD. ¡¡¡POR FAVOR!!!
Me apena vernos en esta situación de tanta crueldad. Me apena que no hayamos podido aprender nada de nuestra triste historia de desaparecidos que dejó familias enteras deshechas. Me apena que no hayamos conseguido aprender. Y, como siempre, podemos echar culpas a los otros para alivianar las propias responsabilidades; sin embargo, hablar sin saber es una decisión propia; hablar repitiendo lo que suponemos cierto, es una decisión propia; repetir a boca de jarro (como nos decían cuando yo era chico, indicando que hablábamos por hablar y sin saber) es una decisión propia. Nosotros decidimos creer en álguienes, nosotros decidimos creer que lo que álguienes dicen que es cierto, por sobre lo que otros álguienes dicen.
Me apena leer y / o escuchar las cosas que álguienes repiten, dicen, y aseguran; sin que esos álguienes recuerden lo que sintieron cuando sus hij@s se ausentaron y estuvieron sin comunicarse por unas horas. Pero éstos eran sus hij@s, que cotizan mejor que los hij@s de otros álguienes. Y ni que hablar si ese hij@ de otros álguienes no encuadra en los cánones esperables para los “buen@s hij@s”.
Insisto:
Y agrego que nunca deberíamos olvidar lo importante que resultan para nosotros nuestr@s hij@s, sobrin@s, ahijad@s, hij@s postiz@s, para que no olvidemos que para muchos otros padres, lo son tanto como para nosotros.
No deberíamos olvidarnos de nuestra propia historia.
Pero si tuvimos tantos desaparecidos y no conseguimos sentir empatía con sus padres, no queda mucho por esperar de esta nueva / vieja situación.

Pero si tuvimos tantos desaparecidos y no conseguimos sentir un mínimo de respeto frente al dolor de todas aquellas familias, no queda mucho por esperar de esta nueva / vieja situación. Ni de esta sociedad.

martes, 7 de marzo de 2017

En Munro todo me quedaba cerca...

Fito Páez, en "Tema de Piluso", dice "... ceeeeeeeeeeeeeeeerca, Rosario siempre estuvo cerca...", y parafraseándolo, yo quiero decir:
"... ceeeeeeeeeeeeeeeerca, en Munro todo me quedaba cerca..."
Según Google Maps, Munro es todo el área sombreada en la imagen que sigue.
Aunque no todo, pero en gran parte, Munro (o, al menos mi Munro más cercano) siempre fue muy fabril. Y quizá por hábito, costumbre de la época, falta de guita o vaya yo a saber qué, todo lo hacía a pie. Iba y venía caminando para todos lados. Costumbre que, casi siempre, sigo manteniendo.
La imagen previa, con parte del mapa de Munro, indica algunos sitios importantes para mí. 
Cuando yo nací, vivíamos en el punto referenciado como 1, que se corresponde con la dirección Gobernador Emilio Castro 3175. Por aquella época, el código postal (cuando apareció, porque en una época no existía y, sin embargo, las cartas llegaban igual. Quizá tarde, quizá alguna no; pero en general siempre llegaban. Las que nunca se perdieron fueron las "boletas") era 1605 y el número de teléfono en aquella casa, fue 762-4475. Ese fono llegó cerca del nacimiento de mi hermano menor, en 1973, y hasta ese momento no tuvimos fono propio. Ese número de teléfono, como el de todos, sufrió el agregado del dígito cuatro al inicio de la característica después de haber sido privatizada ENTe
En algún momento y por algunas causas nada románticas (tomando como ciertas las informaciones intrafamiliares) nos mudamos al punto referenciado como 2. Ese punto se corresponde con la dirección Malaver 4675. Esa casa había sido de mis abuelos paternos. Quedó vacía algún tiempo, la ocupamos nosotros por algún tiempo y luego se vendió a Manolo Pagnotta (un amigo de mi viejo, cuya esposa, que siempre conocí como Pety, era madrina de mi hermano mayor). Cuando los arreglos estuvieron listos, nos volvimos al punto de inicio, es decir, 1. Desde 1970 a 1976 hice mi primaria en el número referenciado como 3, que fue mi escuela primaria: Escuela Nº 30 "Gral. Martín Miguel de Güemes", en Israel y Rivera. No puedo jurarlo, pero casi seguro, que el trayecto de ida y vuelta a mi casa, mayormente, lo hice a pie acompañado por amigos "de la cuadra" con los que compartía, además, grado y colegio. El 4, era una zona a la que llamábamos "la cal". No tengo la menor idea del origen del nombre. Era una zona similar a un pasillo, que alguna vez sirvió como trinchera para cubrirnos al jugar a "la guerra de piedras". Antes de la cal estaba "la canchita", donde se jugaban (por otros, porque jamás fue mi "metié") los partidos de fútbol del barrio.
Acá, el 1, sigue siendo mi casa en aquel momento. El punto marrón representa el almacén de Zulema y Pirulo y el punto celeste, el almacén de Angelita, que llegó mucho después.
Todas las letras representan fábricas. De algunas me acuerdo el nombre, de otras, no. Y hay una que me acuerdo que se llamaba Estándar Textil o Standard Textil (no lo sé), pero no me acuerdo dónde estaba. Y Google, no me aporta datos. Les cuento:
A: Originalmente este predio era de HILSA (Hilandería Sud Americana). Creo recordar que fabricaban hilos, pero no estoy seguro. Después que se fuera (creo que se fundió), ese predio le perteneció a Imperial Cord, una fábrica de cubiertas para bicicletas y motos. Lo que siempre me llamó la atención, fue que los muros perimetrales eran altísimos y de ladrillos. 
B: "La Química", cuyo nombre siempre desconocí. Era lo peor que teníamos alrededor. Siempre había olor a cebolla podrida (o algo similar). Alguna vez se incendió y eso provocó que, algunos, abandonáramos nuestros domicilios. Nosotros nos fuimos al taller de mi viejo (que, además, era matricero) en Boulogne. Impresionaba ver volar los tambores al explotar. Ahí, en Boulogne, los veíamos a lo lejos y lo que decidió que huyéramos, fue verlos de cerca, antes de irnos.
C: Por ahí estaban Blindex que hace vidrios templados, y que por aquel momento era muy común encontrarlo en los vidrios de los autos (creo que hoy es Pilkington) y Bendix, que hacía algo de frenos. La entrada de ambas estaba sobre Av. Bernardo Ader y los fondos daban sobre Triunvirato. Justo ahí, en los fondos, una de las dos, tenía una grandísima pileta con residuos de vayaunoasaberquécarajos y que alguna vez también se incendió. En Blindex trabajaba Don Pedro (vecino que vivía casi enfrente de mi casa), y que con el tiempo hizo entrar a Héctor, su hijo; "el flaco". Tengo "casi claro" el sentimiento de orgullo de Don Pedro por su pertenencia a Blindex.
D: Cuando yo era chico, más o menos a esa altura de Av. Bernardo Ader, estaba Remmington Rand. Por esa zona andaba porque: 1) cambiaba de camino para ir a mi escuela o; 2) para ir a la casa del padrino de mi hermano menor. Me emocionaba pasar por ahí porque la máquina de escribir que teníamos en mi casa era de esa marca:
Algo así era aquella máquina de escribir. Si no tengo un cráter en la memoria, la máquina que teníamos, tenía un carro ancho. Se le decía "planillera".


Y si mal no recuerdo, Gaby (Gabriela Rocco) me prestaba la máquina que no me acuerdo a quién le había pertenecido y creo que era así como la anterior.
Pegada a esta fábrica, había otra que no me puedo acordar el nombre. Ni mucho menos me acuerdo qué hacía. Una noche de 1973 (después de junio y haciendo mucho frío), volviendo de Malaver 4675 (que ya le pertenecía al amigo de mi viejo) en el Fiat 1500, modelo 1966, estábamos mi viejo, mi vieja, mis hermanos y yo. La particularidad fue que mi hermano menor era "casi" recién nacido. La cosa es que, de repente, mi viejo ve un milico "rodilla en tierra" apuntándonos. Paró de inmediato. Se trataba de un "control", muy común en la época de la represión. Mi viejo no cumplió con la orden de aquel momento: circular con la luz interior encendida.
E: Más o menos, por esa zona, pero sobre la Av. Vélez Sarsfield, estaba "Dos Muñecos" Ahí se fabricaban los jeans Lee. En algún momento también vendían los de segunda selección. Hoy creo que ya no existe.
F: Pegada a la anterior, está (o estaba) Laboratorios Lazar. Ahí trabajaba (o tengo la idea que era así) el "Tío Ramón", primo segundo de mi viejo y con quien compartíamos cuadra. El "Tío Ramón" estaba casado con la "Tía Telvi" (que siempre me besaba y me decía "¡Hola patito!" -apoyando las palmas de sus manos sobre mis mejillas, lo que hacía que fuera una muy tierna caricia-,  desde el momento en que me disfrazaron de pato para algún carnaval del que no tengo el menor registro) que tenía una peluquería en la cuadra. Y junto con el "Tío Ramón" y la "Tía Telvi" vivían la "Abuela Rosa" (mamá de la "Tía Telvi"), Dany y Claudio, hijos del "Tío Ramón" y "Tía Telvi"; y en consecuencia "primos". La "tía Telvi" tenía un hermano, Rubén, que tenía la particularidad de rebautizarnos a mi hermano y a mí como "Fasulo" y "Fasulito", que se completaban con un chiste utilizando la rima que uno puede imaginar. Pero Lazar también tuvo su capítulo desagradable: durante la represión militar del 76 al 82, "desapareció" (por lo menos) un delegado que, además, era vecino y vivía en la esquina de mi casa. No me acuerdo de su nombre, pero hasta donde supe, nunca se supo nada más, excepto, que apareció en alguna lista que publicó Clarín.
G: Esa fábrica se llamaba (o llama) FADIP y hacían tapas corona.
H: Esa era Hulytego. No tengo una idea exacta de lo que fabricaba, pero creo que, entre todo, hacían goma espuma para colchones. Hulytego tuvo una época en que, casi todos los años, se incendiaba, cerca de Navidad.
I: Todo eso era un predio con varias empresas. CREO que en algún sitio de ahí estaba Colorín. De las otras, no me acuerdo el nombre, pero tengo la idea que eran empresas "conocidas". Colorín (la fábrica de pinturas), alguna vez también se incendió. En Colorín, al menos en algún momento, trabajó Pepe, vecino de la cuadra. Junto con Pepe vivían Porota, Cristina y Marcelo. Y con Marcelo, éramos compañeros de escuela primaria y, durante bastante tiempo, compañeros de banco.
Creo que también estaba Wecheco y Bretania (si es que no la pifio con el nombre)
X: Ese, justo enfrente de la Torre de Ader, era Laboratorios Glaxo.
Sin embargo, lo que disparó todo esto, fue la noticia reciente sobre Atanor. La empresa despidió a 180 trabajadores. Ocurre que Atanor, también, "me quedaba cerca" de cualquiera de los dos domicilios que tuve (al menos que yo sepa) en Munro. Si las estalactitas no perforaron mis neuronas, Atanor, por aquella época, fabricaba flit, espirales, aerosoles antibichos y creo que acaroína (la más conocida era "Fluido Manchester", y mucha gente la nombraba como "creolina"). La cosa es que aquella noticia me hizo acordar el sentido de pertenencia que sentía al ver marcas asociadas a fábricas cercanas a "la cuadra". No sé, pero me hacían sentir como propia aquella marca. Me pasaba con todas las fábricas.
Y si era una fábrica en la que trabajaba alguien conocido, mi sensación de pertenencia era mayor.
Mi zona en aquel Munro era, mayormente, fabril. Había fábricas conocidas, sin embargo, las que se contaban por cientos, eran las desconocidas, las que luego se llamarían Pyme. Era la de Raúl, con sus lanzaderas, que tejían frazadas. Era la fábrica de baterías de "la curva", los corralones que estaban sobre Ader, la del esposo de Pirucha, a la vuelta de su casa, que hacía matrices, eran los talleres mecánicos de autos (que Raúl tuvo, antes -o después- de la tejeduría), las bicicleterías (que, fundamentalmente, arreglaban bicis), los almacenes, las pollerías (donde elegías al animal -para Navidad podías elegir lechones-, te lo degollaban, desplumaban, destripaban, pesaban y vendían), las pizzerías, las estaciones de servicios, las panaderías, alguna fideería, los kioscos, el reparto de leche Kasdorf que hacía el papá de Marito, luego acompañado por su hijo...
En aquel Munro de mi época, todo me quedaba cerca.
El corso se hacía sobre Vélez Sarsfield, entre Av. Mitre (que era un desastre, toda rota, olvidada, con los estudios Lúmiton a medio derrumbar y olvidados) y la estación Munro, del Tren Gral. Manuel Belgrano...
Cuestión que aquellas marcas, sin serme cercanas, las sentía como importantes. Muchas veces estaban teñidas por alguna historia, más o menos, cercana, lo que operaba como un plus.
El tiempo pasó y ya no siento lo que alguna vez sentí.
Sin embargo, una muy mala noticia me disparó el recuerdo y agradezco haberlo atesorado para poder contarlo y compartirlo.
Y, de paso, repasar mis orígenes.