Y si tenés ganas, publicá el tuyo.
Fue un martes, 07/06/2011…
Después de una espera de algo parecido a
dos horas, desde uno de los consultorios de guardia, de uno de los sanatorios
de mi obra social, me llaman. La doctora que me atiende, muy amable, me
pregunta el motivo de mi consulta. Le contesto con la misma descripción que una
semana antes -excepto que aquella vez me atendieron muy mal, me recetaron té
antigripal por siete días y que volviese a consultar, si seguía igual-, me
ausculta y dice:
-
"¡MMMMMMMMno
me gusta lo que escucho!, vamos a hacer una plaquita. Cuando la tengas,
volvé".
Quince minutos después estaba golpeando nuevamente la puerta de su
consultorio. Mira la placa y me dice:
-
"¡MMMMMMMMno
está muy clara!, ¿sabés?; mientras consulto con un colega, te voy pidiendo una
tomografía".
Llama al colega, miran la no clara
"plaquita" y concluyen que lo mejor era una tomografía. Salí del
consultorio hacia el área "Diagnósticos por imágenes" y esperé que me
llamaran para hacerme el estudio. Después de esperar una hora, me llaman, me
hacen la tomografía de pecho y me mandan nuevamente a la guardia. Cerca de dos
horas más tarde, me llaman nuevamente desde el consultorio. La doctora me dice:
-
"¡MMMMMMMMno
está bien este estudio! Mirá, claramente se ve una enfisema bilateral pequeña,
pero es una enfisema. O sea, ya hay una parte en ambos pulmones que es
irrecuperable; esos alvéolos ya se destruyeron y no hay solución. Y eso es
mérito exclusivo del tabaco. Tenés que dejar de fumar para que no se agrave. Ya
no se cura, pero aprovechá a dejar de fumar si no querés complicarte el futuro.
Además, en el pulmón izquierdo tenés una mancha que no debería estar ahí y
líquido en la pleura de ese pulmón. Tengo que irme porque se me terminó el
turno, pero ahora te van a llamar".
Nos saludamos dándonos la mano y nunca más
vi a esta doctora tan amable. Y volví a
sentarme en la guardia. Mucho más que una hora después, me llaman. Me dicen que
la decisión era internarme para establecer qué era la mancha de mi pulmón
izquierdo. Me mandan a llamar a un familiar y a hacer los trámites de
internación.
Así terminaba un ciclo de síntomas desatendidos por más de un año.
Síntomas estrechamente vinculados a mi tabaquismo que tenía una antigüedad
aproximada de treinta y cuatro años. Una enfisema bilateral, una mancha en el
pulmón, líquido en la pleura y una inesperada, sorpresiva e indeseada
internación.
En algún momento de 1977...
... empecé a fumar, robándole los puchos a
mi viejo.
En mi casa mis viejos fumaban. Mi viejo
sentenciaba "si los veo fumando, los cago a palos", con un pucho
entre los dedos. Mi vieja nos decía: "cuando quieran fumar, me los piden
-los cigarrillos- a mí; no vaya a ser cosa que les den un cigarrillo con
drogas". De los tres hermanos, creo, fui el que más enviciado estaba.
Mi viejo siempre tenía dos o tres atados
de cigarrillos dando vueltas por la casa y, en general, uno estaba abierto,
situación de la que me aprovechaba.
Eran épocas…
… en la que fumar "estaba bien", aunque en las mujeres
no estuviera muy bien visto y se solía escuchar: "las mujeres quedan muy
feas fumando, pierden femineidad...".
… de juntarnos en la entrada de la
galería que estaba frente al colegio, para fumarnos un pucho antes de entrar.
… de fumar a escondidas en el baño del
colegio, aunque en esa jamás me haya prendido.
… en las que los cigarrillos estaban en
las bocas de las divas, los galanes; el jet set se identificaba con una
determinada marca de cigarrillos, y no eras un ganador si no fumabas tal o cual
faso.
… en las que empezaba a terminarse la
posibilidad de fumar en el transporte público.
… en que no se contemplaba la existencia
de no fumadores y se los obligaba a bancarse el humo.
Eran otras épocas.
Y en aquellas épocas estábamos cuando una
tarde calurosa de verano, a la hora de la siesta, le robé a mi viejo
cuatro o cinco cigarrillos y me fui, junto a unos amigos, a empezar con un
hábito que mantendría durante muchos años. Aunque en ese momento no lo sabía.
Con el tiempo reconocí que el cigarrillo iba marcando su impronta…
… en el aliento, la ropa, el pelo, la ropa de cama y las cortinas impregnadas
con su olor.
… en el aire, que de a poco empieza a escasear.
… en los olores en general que van perdiendo vigorosidad porque el
olor del cigarrillo está instalado en de la nariz.
… en acolchados, sábanas, remeras, camisas, pantalones, asientos,
alfombras y todo un sin fin de elementos que resultaron marcados por alguna
braza malintencionada que se desprendió del pucho.
En aquellos treinta y cuatro años de
fumador sólo una vez intenté dejarlo. La experiencia duró, apenas, cuarenta y
cinco días. Claro que la responsabilidad por la brevedad de la intentona fue
del complejo momento laboral que atravesaba; jamás de mi falta de constancia. Y
de algún modo (y sin mucha conciencia del porqué) llegué a fumar casi tres
paquetes por día.
Momentos antes que me internaran, llegaron
unos amigos a la guardia del sanatorio. Entre alguna otra cuestión, les pedí
que tiraran los cigarrillos que tenía conmigo: un paquete abierto y dos
cerrados.
Y me internaron.
Y respondí millones de veces la pregunta "¿cuántos
cigarrillos fuma en el día?". Y todo tenía nombre: enfisema, pulmón,
pleura, antibiótico; todo menos la mancha. Esa seguía innominada, seguía siendo
la mancha. Mancha que, a falta de nombre, para mí era cáncer de pulmón. Y la
sospecha de los médicos era la misma.
Y me punzaron la pleura, para hacer un cultivo con ese líquido;
pero iba a tardar. Como la primera no resultó, fueron dos intentos más hasta
que el líquido empezó a drenar.
Y me hicieron la Reacción de Mantoux, pero dio negativo.
Y decidieron que frente a todo lo demás, y para tener un
diagnósitco más rápido y certero, había que rebañar un pedazo de mancha para
poder hacer una biopsia y determinar qué cosa era la mancha.
Y un día me llevaron al quirófano, me anestesiaron y… Cuando me
desperté la biopsia estaba hecha. De la biopsia me queda como recuerdo una
cicatriz de quince centímetros.
Y el mismo día de la biopsia, como siete horas después de
habérmela hecho, entró el cirujano y me dijo:
-
“A vos
venía a verte. Tu mancha sólo era más líquido en la pleura, no en el pulmón. El
primer paso de la biopsia es congelar una parte de la muestra. Tenés
tuberculosis pleural. No es cáncer. Te lo digo porque todos apostaban a que era
cáncer”. Nos dimos la mano, se fue, y volví a verlo quince días después, para
que me quitara los puntos.
Y un día volvieron a llevarme al quirófano y me hicieron algo
parecido a un “lavado pulmonar”, introduciéndome un tubo con una cámara por la
nariz, hasta el pulmón; hicieron circular agua que colectaron y luego
analizaron.
Y un día, después de haber estado quince días internado, de una
biopsia, de dos drenajes para vaciar el líquido de la pleura, recibí mi alta.
Y ahí empecé un tratamiento contra la tuberculosis que me tuvo
nueve meses tomando antibióticos y visitando al neumonólogo.
Y cuando volvía a mi casa, el día del alta, me propuse aprovechar
los quince días de abstinencia y mantenerme lejos de los puchos. Y pude. Pude
mantenerme alejado, pude tolerar que otros fumaran a mi alrededor sin que eso
me alterase. Pude mantenerme alejado.
Hoy, casi tres años después, ya no fumo. Sigo teniendo la cicatriz
de la biopsia y las marcas de los drenajes. Sigo con mi enfisema que no varió y
el aire, de vez en cuando, se hace escaso.
Hoy, casi tres años después, en algunas ocasiones siento que dejé
el faso prendido en algún lugar… Pero ese faso, no existe. Y alguna vez,
también, se me cruzó algún “¡Uh, un puchito ahora!”…
Hoy, casi tres años después, sigo eligiendo mantenerme lejos del
pucho.
Lo que pareció un cáncer de pulmón, terminó siendo una
tuberculosis pleural. Claro que aquella enfermedad no está directamente
relacionada con el cigarrillo, pero la cosa es que, quizá, si no hubiese
fumado, mis pulmones hoy estarían más sanos.
Todo lo hecho ya no lo puedo deshacer. Pero puedo elegir hacerlo
mejor de aquí, en adelante.
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