Hoy, 21/07/2014, tuve los papeles listos para presentarlos en el seguro del que me arrancó el paragolpes delantero, el 27/06. Como su seguro es Sancor Seguros, tuve que ir a una oficina en Reconquista 559, 7º piso. Como dato adicional, ahora se van a tomar entre 10 y 15 días hábiles para decidir. ¡En fin!
La cosa es que el día está bárbaro y decidí volverme caminado, ya que
no vivo tan lejos y caminar un poco está bueno. Lo cierto es que, incluyendo un
par de volteretas que di por mi casa, fueron treinta y seis cuadras y las
disfruté mucho. Y siempre me pasa lo mismo: me arrepiento de haber salido sin la
cámara de fotos. O no debería, porque ahora tengo la motivación para hacerlo de
nuevo, pero con la maquinita en la mano.
Pero en el camino se dieron dos situaciones más que agradables:
La primera: Voy caminando por Reconquista hacia Av. Corrientes. Él en sentido opuesto y
acompañado por otro muchacho y una chica. Parecería que los dos nos “llamamos
la atención” porque nos quedamos sosteniéndonos las miradas.
Yo seguí mi camino.
Él siguió el suyo.
Yo nunca me di vuelta.
El, no sé.
Yo seguí mi camino feliz.
Él, no sé.
Y me acordé de Marilina Ross, que en su tema “Ojos de ciervo” canta (https://www.youtube.com/watch?v=j1HmEzprnHI)
“Ojos
de ciervo asustado / huyendo de mi mirada / que obsesiva no lograba /
desconectar de tu cara / Ojos profundos de ciervo / que a escondidas
me miraban / y al descubrirse observados / huían en desbandada /
No sabrán cómo los busqué / por pasillos y salones / detrás de
anteojos de sol, / de nieve, de desamores. / No sabrán que los
encontré / en el sueño de esta noche / sobre una sonrisa abierta /
sin miedo ni cazadores / Ojos cansados mis ojos / por tantas lluvias
pasadas / se encendieron de repente / al descubrir tu mirada / Y
aunque nunca más se vieron / agradezco la esperanza / que volvió a
nacer en mi / iluminándome el alma. / Ojos profundos de ciervo... /
los recordaré mañana”.
La cuestión es que, por un brevísimo instante, ese en el que dos miradas
se cruzan y se sostienen, sentí que la invisibilidad que me acompaña, esta
sensación de ser transparente, se había desvanecido. Fue ese momento en que la
mirada ajena revaloriza la propia certeza de ser y estar. Y si no la
revaloriza, por lo menos, deja flotando un “mirá que bien”. Y si no deja
flotando nada, al menos, es un mimito para el ego. Y si no es un mimito para el
ego, por lo menos, es la certeza que alguien se me quedó mirando. Y si no es la
certeza que alguien se me quedó mirando, es todo lo anterior. Por los motivos
que él haya tenido, pero estuvo bueno que se quedara mirándome. Así como agradezco
los halagos que significan algunas situaciones, esta, también lo es.
¿Qué hará que dos personas se queden mirándose a los ojos? No tengo
idea. Por lo general, cuando hablo con alguien, miro a los ojos. Cuando veo a
alguien que llama mi atención, también lo miro a los ojos. Miro a los ojos
porque así me sale. Y no significa más que eso: mirar a los ojos; hay algo en
eso que me intriga. Y de tanto mirar a los ojos, puedo asegurar que a mucha
gente le molesta. No sé por qué, ni siquiera sé si más que molestia es
intimidación, incomodidad… Desconozco. Es como todo: en alguna gente genera una
reacción de comodidad y en otros, de incomodidad; también de indiferencia, por
supuesto.
La segunda: Seguí
caminando siempre derecho por Reconquista, crucé la Plaza de Mayo (siempre
invadida de palomas y turistas, aunque no sé de cuál hay mayor cantidad) y se
convirtió en Defensa (que cuando se termina, al 1700, se convierte en Av.
Patricios que es el límite entre los barrios de La Boca y Barracas). Pasé por
Defensa y Alsina donde está la Basílica de San Francisco de Asís (http://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_de_San_Francisco_(Buenos_Aires)),
pasé por Defensa y Chile, sitio en el que se encuentra un banco de plaza en el
que está sentada Mafalda y que indica el inicio del Paseo de la Historieta (http://www.turismo.buenosaires.gob.ar/es/atractivo/paseo-de-la-historieta)
Seguí por Defensa y llegué a la Plaza Dorrego (Defensa, Don Anselmo Aieta,
Bethelm, Humberto Iº; http://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_Dorrego), que es la plaza más reconocida en la zona. La plaza
tiene mesas de un bar que está enfrente, además de algún artesano aunque la
mayoría de ellos están presentes en el fin de semana. La cosa es que iba por la
vereda de la Plaza, y un mozo con el que me crucé, me saludó con un “¡Hola,
buen día!” y me encantó el gesto. Por educación, por confusión, por el motivo
que haya sido; en momentos en que el otro no parece prójimo ni mucho menos
próximo; y cuando un saludo es entendido de mil modos distintos pero nunca como
un gran gesto; recibir un saludo en la calle y de alguien desconocido es magnífico. O a mí me lo parece.
Salí
esta mañana a hacer un trámite.
Volví
al mediodía después de hacer un trámite y me traje el plus de haber sido objeto
de dos situaciones fabulosas.
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