En otras redes sociales...

En Facebook me encontrás en: http://facebook.com/fagabrielli
En Twitter, me encontrás en: https://twitter.com/Fagab
Y mis experimentos culinarios, los muestro en: https://cocinateando.blogspot.com.ar

lunes, 21 de julio de 2014

Dos grandes situaciones, dos


Hoy, 21/07/2014, tuve los papeles listos para presentarlos en el seguro del que me arrancó el paragolpes delantero, el 27/06. Como su seguro es Sancor Seguros, tuve que ir a una oficina en Reconquista  559, 7º piso. Como dato adicional, ahora se van a tomar entre 10 y 15 días hábiles para decidir. ¡En fin!
La cosa es que el día está bárbaro y decidí volverme caminado, ya que no vivo tan lejos y caminar un poco está bueno. Lo cierto es que, incluyendo un par de volteretas que di por mi casa, fueron treinta y seis cuadras y las disfruté mucho. Y siempre me pasa lo mismo: me arrepiento de haber salido sin la cámara de fotos. O no debería, porque ahora tengo la motivación para hacerlo de nuevo, pero con la maquinita en la mano.
Pero en el camino se dieron dos situaciones más que agradables:
La primera: Voy  caminando por Reconquista hacia  Av. Corrientes. Él en sentido opuesto y acompañado por otro muchacho y una chica. Parecería que los dos nos “llamamos la atención” porque nos quedamos sosteniéndonos las miradas.
Yo seguí mi camino.
Él siguió el suyo.
Yo nunca me di vuelta.
El, no sé.
Yo seguí mi camino feliz.
Él, no sé.
Y me acordé de Marilina Ross, que en su tema “Ojos de ciervo” canta (https://www.youtube.com/watch?v=j1HmEzprnHI)  “Ojos de ciervo asustado / huyendo de mi mirada / que obsesiva no lograba / desconectar de tu cara / Ojos profundos de ciervo / que a escondidas me miraban / y al descubrirse observados / huían en desbandada / No sabrán cómo los busqué / por pasillos y salones / detrás de anteojos de sol, / de nieve, de desamores. / No sabrán que los encontré / en el sueño de esta noche / sobre una sonrisa abierta / sin miedo ni cazadores / Ojos cansados mis ojos / por tantas lluvias pasadas / se encendieron de repente / al descubrir tu mirada / Y aunque nunca más se vieron / agradezco la esperanza / que volvió a nacer en mi / iluminándome el alma. / Ojos profundos de ciervo... / los recordaré mañana”.
La cuestión es que, por un brevísimo instante, ese en el que dos miradas se cruzan y se sostienen, sentí que la invisibilidad que me acompaña, esta sensación de ser transparente, se había desvanecido. Fue ese momento en que la mirada ajena revaloriza la propia certeza de ser y estar. Y si no la revaloriza, por lo menos, deja flotando un “mirá que bien”. Y si no deja flotando nada, al menos, es un mimito para el ego. Y si no es un mimito para el ego, por lo menos, es la certeza que alguien se me quedó mirando. Y si no es la certeza que alguien se me quedó mirando, es todo lo anterior. Por los motivos que él haya tenido, pero estuvo bueno que se quedara mirándome. Así como agradezco los halagos que significan algunas situaciones, esta, también lo es.
¿Qué hará que dos personas se queden mirándose a los ojos? No tengo idea. Por lo general, cuando hablo con alguien, miro a los ojos. Cuando veo a alguien que llama mi atención, también lo miro a los ojos. Miro a los ojos porque así me sale. Y no significa más que eso: mirar a los ojos; hay algo en eso que me intriga. Y de tanto mirar a los ojos, puedo asegurar que a mucha gente le molesta. No sé por qué, ni siquiera sé si más que molestia es intimidación, incomodidad… Desconozco. Es como todo: en alguna gente genera una reacción de comodidad y en otros, de incomodidad; también de indiferencia, por supuesto.
La segunda: Seguí caminando siempre derecho por Reconquista, crucé la Plaza de Mayo (siempre invadida de palomas y turistas, aunque no sé de cuál hay mayor cantidad) y se convirtió en Defensa (que cuando se termina, al 1700, se convierte en Av. Patricios que es el límite entre los barrios de La Boca y Barracas). Pasé por Defensa y Alsina donde está la Basílica de San Francisco de Asís (http://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_de_San_Francisco_(Buenos_Aires)), pasé por Defensa y Chile, sitio en el que se encuentra un banco de plaza en el que está sentada Mafalda y que indica el inicio del Paseo de la Historieta (http://www.turismo.buenosaires.gob.ar/es/atractivo/paseo-de-la-historieta) Seguí por Defensa y llegué a la Plaza Dorrego (Defensa, Don Anselmo Aieta, Bethelm, Humberto Iº; http://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_Dorrego), que es la plaza más reconocida en la zona. La plaza tiene mesas de un bar que está enfrente, además de algún artesano aunque la mayoría de ellos están presentes en el fin de semana. La cosa es que iba por la vereda de la Plaza, y un mozo con el que me crucé, me saludó con un “¡Hola, buen día!” y me encantó el gesto. Por educación, por confusión, por el motivo que haya sido; en momentos en que el otro no parece prójimo ni mucho menos próximo; y cuando un saludo es entendido de mil modos distintos pero nunca como un gran gesto; recibir un saludo en la calle y de alguien desconocido es magnífico. O a mí me lo parece.
Salí esta mañana a hacer un trámite.
Volví al mediodía después de hacer un trámite y me traje el plus de haber sido objeto de dos situaciones fabulosas.

No hay comentarios.: