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lunes, 21 de julio de 2014

Mi punto de vista es otro



“El lobo siempre será el malvado si sólo escuchas a Caperucita”

Por alguna causa que no entiendo demasiado, veo las cosas de un modo diferente al resto. No es nuevo, es de siempre.
No digo que mi visión sea mejor. Ni siquiera es peor (excepto que se trate de mí). Es otra.
No siempre es diferente, obviamente. Coincido en muchos casos, pero en otros… ¡No hay caso! Y no me importa lo que opine nadie. Lo veo y entiendo distinto.
La cuestión más clara es mi propia vida. Entre mis hermanos (soy el del medio) y yo, la visión de aquel tiempo es sumamente diferente.
Pero es lo que suele pasarme: veo y entiendo las cosas desde otro lugar. Igual, nada de eso importa frente al valor de sostener aquello en lo que creo y doy por válido.
La cuestión es que, como siempre, frente a una misma situación dos personas ven algo diferente. Y el ejemplo más claro está dado por  parejas que discuten por la visión que individualmente tuvieron de un mismo suceso.
Cada uno construye una imagen en función de su propia historia.
El problema es que a nadie, parece, le gusta admitir que carece de la objetividad necesaria como para dejar de lado la interpretación y ceñirse al hecho en sí mismo. En realidad, creer, como  ya lo sostuve en algún otro posteo, no es más que una expresión de fe. Creo en lo que alguien / algo según lo que me parece sin muchos más elementos.
Pero no es sólo que nos cuesta asimilar la falta de objetividad (si es que existe), sino que todo debe coincidir con nuestros propios filtros. Entonces miramos actitudes de otras sociedades y opinamos como si nuestras acciones fueran las mejores existentes y olvidándonos del respeto a los otros (sobre todo cuando no los compartimos) y dejando de lado que cada visión es particular. Se me ocurre, por ejemplo, que suelen aparecer cadenas para pedir por la vida de alguien que será apedread@ en alguna determinada sociedad, olvidándonos que sus ideas, creencias y valores son absolutamente diferentes. Nada que justifique una postura o la otra. Lo mismo ocurre con eso que se da en llamar “noticias”, que siempre está adjetivado de algún modo (nunca inocentemente) y que nos gusta más o menos según estemos más o menos de acuerdo; cuando dejen de adjetivarse las “noticias”, quizá, sean más confiables. Es lo mismo que nos ocurre cuando tratamos de justificar algo que no nos gusta demasiado.
Pero en todo actuamos igual: cuando vemos a los animales que se comen entre sí, al que nos gusta, lo justificamos. Pero si no nos gusta, lo insultamos. El león es el Rey de la Selva, mientras que el tiburón es un depredador; con toda la carga que esas denominaciones carga. La zuricata es  un bicho “simpático” porque come carne y sobre todo víboras, pero la víbora es un asco porque carne y se arrastra. La cuestión es, ¿no están haciendo lo mismo?  Interpretamos que los animales son un tipo particular de persona, cuando los animales SON ANIMALES. Los animales tienen  actitudes de animales, no de personas. Las personas intentamos “humanizar” lo que es inhumanizable porque los animales SON ANIMALES. Si el gorila acurruca a sus crías, es un buen gorila; pero si el gorila mata a su cría para que no crezca en cautiverio (o por los motivos que el / la gorila tenga), es un “animal” despreciable. SON ANIMALES, y si actúan de un modo en que las personas no lo hacemos, se debe a que SON ANIMALES.
A pesar de tantas cuestiones, nada de todo esto nos ayuda a cambiar el modo de ver y entender el entorno. Seguimos sin poder despegar de nuestra subjetividad y, quizá lo más notable, no reconocemos nuestra subjetividad.
Ahora, ya, en esto momento, estoy escuchando toda una discusión sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Tanto el “experto” como la periodista son judíos, lo que me lleva a preguntarme ¿y la otra opinión dónde está? Por supuesto que a cada supuesta explicación sobre las acciones de Israel se adhiere un comentario del tipo “se ve obligado a”, “no tiene intenciones de”, “debe hacer”…  Mientras que a las acciones de Palestina se las acompaña de “pudiendo evitar, elige hacer…”, “Palestina decide seguir...”.  Y  sigo diciendo que las “explicaciones” sobran. Los hechos son hechos; lo demás son “adjuntos”.
Ni mejor, ni peor. Así somos. Parciales, subjetivos, tendenciosos. Raramente somos objetivos, imparciales y justos (si es que existe la justicia). La cosa es que nos resulta casi imposible reconocernos así.
“El lobo siempre será el malvado si sólo escuchas a Caperucita”
¿Podremos pensarlo?

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