“El lobo siempre será el malvado si sólo
escuchas a Caperucita”
Por alguna causa que no entiendo demasiado, veo las cosas de un
modo diferente al resto. No es nuevo, es de siempre.
No digo que mi visión sea mejor. Ni siquiera es peor (excepto que
se trate de mí). Es otra.
No siempre es diferente, obviamente. Coincido en muchos casos,
pero en otros… ¡No hay caso! Y no me importa lo que opine nadie. Lo veo y
entiendo distinto.
La cuestión más clara es mi propia vida. Entre mis hermanos (soy
el del medio) y yo, la visión de aquel tiempo es sumamente diferente.
Pero es lo que suele pasarme: veo y entiendo las cosas desde otro
lugar. Igual, nada de eso importa frente al valor de sostener aquello en lo que
creo y doy por válido.
La cuestión es que, como siempre, frente a una misma situación dos
personas ven algo diferente. Y el ejemplo más claro está dado por parejas que discuten por la visión que
individualmente tuvieron de un mismo suceso.
Cada uno construye una imagen en función de su propia historia.
El problema es que a nadie, parece, le gusta admitir que carece de
la objetividad necesaria como para dejar de lado la interpretación y ceñirse al
hecho en sí mismo. En realidad, creer, como
ya lo sostuve en algún otro posteo, no es más que una expresión de fe.
Creo en lo que alguien / algo según lo que me parece sin muchos más elementos.
Pero no es sólo que nos cuesta asimilar la falta de objetividad
(si es que existe), sino que todo debe coincidir con nuestros propios filtros.
Entonces miramos actitudes de otras sociedades y opinamos como si nuestras
acciones fueran las mejores existentes y olvidándonos del respeto a los otros
(sobre todo cuando no los compartimos) y dejando de lado que cada visión es
particular. Se me ocurre, por ejemplo, que suelen aparecer cadenas para pedir
por la vida de alguien que será apedread@ en alguna determinada sociedad,
olvidándonos que sus ideas, creencias y valores son absolutamente diferentes.
Nada que justifique una postura o la otra. Lo mismo ocurre con eso que se da en
llamar “noticias”, que siempre está adjetivado de algún modo (nunca inocentemente)
y que nos gusta más o menos según estemos más o menos de acuerdo; cuando dejen
de adjetivarse las “noticias”, quizá, sean más confiables. Es lo mismo que nos
ocurre cuando tratamos de justificar algo que no nos gusta demasiado.
Pero en todo actuamos igual: cuando vemos a los animales que se
comen entre sí, al que nos gusta, lo justificamos. Pero si no nos gusta, lo
insultamos. El león es el Rey de la Selva, mientras que el tiburón es un
depredador; con toda la carga que esas denominaciones carga. La zuricata
es un bicho “simpático” porque come
carne y sobre todo víboras, pero la víbora es un asco porque carne y se
arrastra. La cuestión es, ¿no están haciendo lo mismo? Interpretamos que los animales son un tipo
particular de persona, cuando los animales SON ANIMALES. Los animales
tienen actitudes de animales, no de
personas. Las personas intentamos “humanizar” lo que es inhumanizable porque
los animales SON ANIMALES. Si el gorila acurruca a sus crías, es un buen
gorila; pero si el gorila mata a su cría para que no crezca en cautiverio (o
por los motivos que el / la gorila tenga), es un “animal” despreciable. SON
ANIMALES, y si actúan de un modo en que las personas no lo hacemos, se debe a
que SON ANIMALES.
A pesar de tantas cuestiones, nada de todo esto nos ayuda a
cambiar el modo de ver y entender el entorno. Seguimos sin poder despegar de
nuestra subjetividad y, quizá lo más notable, no reconocemos nuestra
subjetividad.
Ahora, ya, en esto momento, estoy escuchando toda una discusión
sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Tanto el “experto” como la
periodista son judíos, lo que me lleva a preguntarme ¿y la otra opinión dónde
está? Por supuesto que a cada supuesta explicación sobre las acciones de Israel
se adhiere un comentario del tipo “se ve obligado a”, “no tiene intenciones
de”, “debe hacer”… Mientras que a las
acciones de Palestina se las acompaña de “pudiendo evitar, elige hacer…”,
“Palestina decide seguir...”. Y sigo diciendo que las “explicaciones” sobran.
Los hechos son hechos; lo demás son “adjuntos”.
Ni mejor, ni peor. Así somos. Parciales, subjetivos, tendenciosos.
Raramente somos objetivos, imparciales y justos (si es que existe la justicia).
La cosa es que nos resulta casi imposible reconocernos así.
“El lobo siempre será el malvado si sólo escuchas a Caperucita”
¿Podremos pensarlo?
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