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domingo, 9 de noviembre de 2014

De las mentiras, verdades, verdades mentirosas y mentirosas verdades...


Todo es mentira.
Sabemos desde el principio que todo es mentira.
Creemos “eso”, pero sabemos que nos mienten.
Más o menos, pero siempre hay algo de mentiras entrelazadas con la historia verdadera.
Todo es mentira.
Los dichos, los paisajes, las vistas, las historias, las personas…
En las películas, las series, las novelas, las publicidades, lo que sale del movimiento de los labios de cualquier político; todo es mentira. Lo sabemos desde el momento en que decidimos prestarle atención. Todo es mentira. Pero nos gusta, lo aceptamos y vamos a verlo al teatro, al cine, o le brindamos nuestro tiempo a la TV, a la radio… Y si nos gusta, lo agradecemos y nos sentimos felices de haber presenciado todas esas mentiras. Lo recomendamos. Lo reproducimos.
¡Claro!, no todo es lo mismo. Aun así, son mentiras.
Ahora viene la justificación de las mentiras, ese momento en que aparecen los calificativos para “suavizarlas”…  Pero, no.
Quizá haya quien se esté molestando por estar incluyendo a una expresión artística dentro de la generalidad de las mentiras. Pero… Es lo que es. Por mucho que el valor de la obra sea inconmensurable, no deja de ser una gran mentira; una construcción pergeñada para agradarnos, entretenernos, alegrarnos, sensibilizarnos y, ¿por qué, no?, generar ingresos para quien se dedicó a tal creación. Algo así como “mentime que me gusta”. Y resulta que es una de las pocas mentiras que deseamos que nunca se terminen.
Pero el resto de las mentiras, nos gusten o no, siguen estando, siendo, aunque no queramos. Seguramente a muchas no las queramos, pero otras las agradecemos porque, al final, terminan “endulzándonos los oídos” aunque no nos guste admitirlo.
¿Por qué nos costará tanto admitir que vivimos mientiendo?
Las mentiras están muy mal valoradas, pero todos y siempre de algún modo, mentimos.
Al buscar la definición de mentira en el Diccionario de la Real Academia Española, esto dice:
mentira.
(De mentir).
1. f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.
2. f. Errata o equivocación material en escritos o impresos. Se usa más tratándose de lo manuscrito.
3. f. coloq. Manchita blanca que suele aparecer en las uñas.
4. f. coloq. Chasquido que producen las coyunturas de los dedos al estirarlos.
~ oficiosa.
1. f. La que se dice con el fin de servir o agradar a alguien.
coger a alguien en ~.
1. loc. verb. coloq. Hallar o verificar que ha mentido.
decir ~ por sacar verdad.
1. loc. verb. Fingir que se sabe algo, para hacer que lo manifieste otra persona que tiene noticia de ello.
parece ~.
1. loc. verb. U. para dar a entender la extrañeza, sorpresa o admiración que causa algo.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Aunque están muy mal vistas, aunque lo neguemos, todos mentimos. Cuando le decimos a alguien “gracias”, pensando en “¡andá a la puta que te parió!”, estamos mintiendo. Y es así todo el tiempo.
Quizá sea la famosa “buena educación” la mayor generadora de mentiras: “Pasá, por favor”, pero por adentro pensamos “¡Justo a mí me tocó!”; “¡¿Te gusta cómo me queda?!”, y respondemos “precioso, te queda pintado”, aunque quisiéramos decir “aflojalo un cacho que te vas a engangrenar”… Pero por consideración, afecto, o sólo para no hacer pasar un mal momento innecesario, echamos mano a alguna mentira.
Convengamos que no se puede andar por la vida diciendo sólo verdades. No es posible. Para empezar, la verdad es un concepto demasiado subjetivo; lo que es verdad para unos, para otros no lo es. Y sólo podemos generalizar como verdad unos pocos conceptos. Por si no la viste, hay una vieja película de Jim Carey, llamada “Mentiroso, mentiroso” que muestra la vida de un abogado que no puede mentir.
Mentir es parte de la verdad. Sería bastante más útil aceptarlo, antes que seguir negándolo.
También es cierto que todas las mentiras no son iguales. Y es a partir de esto que empezamos a considerarlas de distinto modo. Pero siguen siendo mentiras.
Por supuesto que no es lo mismo la mentira del Ratón Pérez, el Conejo de Pascuas, Papá Noel, Los Reyes, la cigüeña y tantas otras; que “¡Es la primera vez que me pasa!”. Pero siguen siendo mentiras.
Es extraño: al tipo que dice la verdad todo el tiempo, se le dice desubicado. Y al que miente, mitómano.
La cultura nos enseña a mentir, pero nos sanciona cuando lo hacemos. Porque es ahí donde empiezan a contar las valoraciones que hacemos de las mentiras. Algunas están permitidas, otras, no. Y después se justifica con un “es cultural”.
Por supuesto, no todo es lo mismo. Aun así, son mentiras.
¿Pensaste cómo te sentirías, si todo el tiempo te dijesen la verdad? ¡Adiós diplomacia!, ¡Adiós vínculo!...
Mentir es tan corriente como decir la verdad. Es más, es necesario que coexistan ambas para mantener algún lugar en la sociedad. Los extremos “verdaderos” o “ mentirosos” nos expulsan de cualquier ámbito.

La verdad está sobrevalorada y la mentira sobredesprestigiada.

domingo, 19 de octubre de 2014

De la espera...



Nada, pero nada de nada.
Absoluta y definitivamente, nada.
No encuentro, en  la espera, nada de nada que pueda convertirla en poética. O dulce. O gratificante. O esperanzadora. O lo que sea que pueda convertirla en algo positivo.
Tengo que aclarar: me refiero a la espera de esperar sin un final a la vista. A esta espera que nunca sé cuándo ni de qué modo terminará. A esta espera que desespera, que nunca termina y que es como el horizonte que siempre está lejos; te acercás tres pasos y se aleja diez. Esta espera que de tan esperada corroe el sentido de esta estéril e inútil espera, suponiendo que esta espera pudiera tener algún sentido.
Claro, si es inútil y estéril... ¿Para qué seguir esperando? Porque, a menos que lo pudiera deshechar por completo de mis expectativas, no puedo hacer algo más. Es un seguir esperando para nada, es una cuestión como automática, forzada por el famoso "la esperanza es lo último que se pierde", y como la cultura te impone que "la esperanza es lo último que se pierde", la espera se convierte en una constante. Y de tanto esperar y esperar la habitualidad lo hace callo.
Entonces "no esperes más y salí a buscar lo que querés"... Eso es más complicado. Lo que quiero es que alguien quiera que nos acompañemos amorosamente entre dos, eligiéndonos día tras día, llegando hasta donde sea que se llegue. Lo que quiero es que partamos de un punto de acuerdo: querer los dos que el acompañamiento amoroso mútuo funcione. Lo que quiero es que no haya una fecha de vencimiento predeterminada, sino que venza cuando deba vencer, si es que debe hacerlo. Lo que quiero es que no haya un vacío de incertidumbre a cada paso; ni un asfalto de certezas; lo que quiero es que todo vaya siendo. Lo que quiero es que queramos conocernos enteros, no por partes o segmentos. Lo que quiero es que seamos dos, siendo dos, con ganas de tener proyectos de a dos y otros individuales. Lo que quiero no depende COMPLETAMENTE de mi decision de ir a buscarlo.  O sí, depende de mí ir a buscarlo, pero no significa que esté, ni siquiera significa que tenga sentido, ni siquiera significa que lo encuentre. Sin descartar que hay todo un coro recitando que "eso no se busca, llega cuando tiene que llegar"... ¿En qué quedamos?, ¿hay que ir por los sueños y deseos o hay que dejar que sólo lleguen?,  ¿Y si nos ponemos de acuerdo?
Lo que también depende de mí es abandonar expectativas, dejar de lado deseos, deshacerme de algunas esperanzas, y como si todo lo anterior no significara nada, abandonar y deshacerme de principios que me son fundacionales; al menos, por ahora. Esto que sí depende de mí,  no estoy dispuesto a revolearlo hacia la nada. Por lo menos no, ahora.
Pero sí creo que el tiempo, en algún momento, hará lo que el agua con la piedra; casi estoy convencido que el tiempo hará que todo lo que hoy es importante, dejará de serlo. Creo que de tanto esperar sin que algo llegue, habrá un momento en que me cague en todo y terminaré acordando con todo lo que no quiero acordar ahora. Creo que por cansancio, desánimo, frustración, amargura, o simplemente porque ya nada valdrá lo que ahora vale, quizá acuerde. Mientras ese momento llegue, toda esta espera es inútil, desgastante y estéril.
Aunque, si hay algo que no es, es inócua.
Y justo por eso, porque no es inócua, creo que un día revolearé todo al carajo. Porque no es cierto que el que espera desespera; o no es cierto que sólo desespera. El que espera desespera, se llena de frustración, desánimo, amargura... Nada bueno sale de tanta nada.
Por supuesto que esto es mi sentir con respecto a la espera. Cada uno tiene el suyo.
Y para que no haya confusiones, esta espera tiene que ver con la llegada de una voluntad que acuerde con la mía. No importa si es un príncipe azul, verde, rojo o amarillo patito; ni siquiera importa que sea príncipe, puede ser empleado, barrendero, chacarero o cualquier otra cosa. Alcanza con que sea ser humano. ¡Bueno!, hasta quizá eso también sea negociable...
Mientras las voluntades no se encuentran... ¿qué pasa? No sé.  No pasa nada, que suma a la nada de esta inútil y estéril, aunque no inócua, espera.
No me joden mis decisiones; al menos no ahora. Me jode que "la magia" nunca se haga.

lunes, 18 de agosto de 2014

Paseo sabaminguero, del 17/08/2014



Un par de días atrás, empecé con ganas de volver a recorrer Tigre.
Los compañeros de salida, siempre están listos: el bolso matero lleva un termo con café, otro con agua para el mate,yerbera, azucarera,  mate, bombilla, edulcorante y bolsas para tirar la basura. El bolso térmico duerme la noche anterior en el freezer, lo cargo con geles congelados, agua, jugo, gaseosa y lo que sea que deba mantenerse frío.
Se me ocurrió que usar este fin de semana largo (sábado, domingo y lunes) sería geníal, ya que el domingo no debería haber mucha gente; tanto más, cuando la información decía que pasaban 1885 autos por hora por el peaje de Samborombóm, lo que ¿implicaría? que muchos no estarían este "sabamingo". Error. Nunca dijeron si esa cantidad de gente salía hacia la costa o se venía desde allá.
Mi idea original era ir con mi tía, Esther y Sergio, pero los dos últimos no pudieron. Así que, mi tía y yo, anduvimos de paseo.
Salí de casa y me fui a cargar nafta a la estación donde cargo siempre: más vale estación mala, conocida, que buena por conocer. Lo primero que me llamó la atención fue la cola de gente haciendo lo mismo. Me pareció extraño para un "sabamingo". Quizá no lo hubiera sido para un domingo, pero para un "sabamingo"...
Las avenidas que uso regularmente: Paseo Colón, Independencia, Entre Ríos, Rivadavia, no mostraban nada que llamase la atención. Incluso la Panamericana estaba tranquila, hasta... el peaje de Tomkinson. Desde ahí hasta cruzar el Río Luján por el puente de Av. Cazón / Av. Libertador Gral. San Martín anduve una hora a paso de hombre. Nuestro primer punto era el viejo "Tigre Hotel" (http://es.wikipedia.org/wiki/Tigre_Hotel), que hoy es el Museo de Arte de Tigre (http://www.mat.gov.ar/)
Horrible, en Tigre, la organización del tránsito. En muchos lugares faltan semáforos y agentes de tránsito. Nadie organiza, así que todo es un caos. HORRIBLE.
MUSEO DE ARTE DE TIGRE
¡¡¡UN PLACER HABER IDO!!! La entrada cuesta 20 mangos, con posibilidad de hacer una visita guiada. Me emocionó haber podido entrar, recorrerlo.  Conocí el "Tigre Hotel", cuando ya era una ruina. Cuando TODA esa zona era una ruina. Siempre me pregunté cómo sería el hotel por dentro. Y hoy, se me cumplió el deseo. Cuando conocí el "Tigre Hotel", estaba abandonado, sucio, descuidado y con la terminal de la línea de colectivos 60 (http://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%ADnea_60_(Buenos_Aires)), usando parte del predio como "cabecera" de Tigre. En aquel momento, esta línea pertenecía a la empresa MONSA (Micro Ómnibus Norte Sociedad Anónima), pero actualmente pertenece a DOTA.
El lugar es impresionante, o por lo menos eso me pareció. Arañas, pisos, vitrales, techos, molduras... Impresionantes. Pensar que hasta hoy, sólo los había visto desde afuera.
Conseguir un sitio para estacionar, fueron dos vueltas de, por lo menos, veinte cuadras. Y "a voluntad" porque estaba con mi tía que es jubilada. El señor "trapito", muy educado, nos dijo que tenían orden de ser amables con los jubilados y que, si no podían, que no pagaran. Y si podían, que lo hicieran a voluntad.
El Tigre Hotel fue un complejo que incluyó al Tigre Club (http://www.actualidaddetigre.com/index.php?option=com_content&view=article&id=2921:historia-del-tigre-club&catid=44:historia&Itemid=63) que albergaba un casino, que fuera desactivado cuando una ley impidió que hubiera juegos cerca de la Ciudad de Buenos Aires, en 1933. El edificio que se conserva es el del Tigre Club, ya que el del Tigre Hotel fue demolido en 1942.
PUERTO DE FRUTOS
Ya que estábamos en Tigre, infaltable el Puerto de Frutos (http://www.puertodefrutos-arg.com.ar/) Desde el punto anterior hasta poder bajarnos del auto, estuvimos una hora a paso de hombre  unas quince cuadras. El viaje total debe ser de treinta cuadras. IMPOSIBLE la cantidad de gente y de autos. Al final, para no dar vueltas, dejamos al Yejuzilo en un estacionamiento de diecisiete mangos la hora y nos fuimos a intentar entrar al predio. Había tanta gente por todos lados que huimos de ahí más que rápido. Nos sentamos, comimos unos sándwiches y nos volvimos al estacionamiento. ¿Cuánto pagamos? Diecisiete mangos.
Para llegar al siguiente punto, en Béccar (tres estaciones de tren), tardamos más de una hora, a paso de hombre. Parecía mentira: todo el tránsito vehicular y peatonal totalmente descontrolado y nadie que organizara. Entre el Puerto de Frutos y Av. del Libertador deben ser cincuenta cuadras.
VILLA OCAMPO
El siguiente punto de interés fue Villa Ocampo (http://www.villaocampo.org/web/)
¡Hermoso lugar!
Una casona impresionante donde vivió Victoria Ocampo (http://es.wikipedia.org/wiki/Victoria_Ocampo), que estuvo abandonada y descuidada muchos años, hasta que la pudieron recuperar. La entrada cuesta treinta y cinco mangos. El lugar, fabuloso. Cuando comprás la entrada te dicen: "Tenemos tres reglas básicas: 1) Prohibido fumar en cualquier sitio; 2) No pisar el césped; 3) Las fotos se toman sin flash".
El jardín, además de tener una barranca, tiene una fuente, cuatro gansos (http://es.wikipedia.org/wiki/Ganso), una glorieta atestada de Jazmín del País y varios bancos para sentarse. La casona guarda algún mobiliario original, vajilla y libros. Quizá, lo que más me impresionó, fue que la cocina estuviera en el subsuelo. Las dos plantas superiores, no pudimos acceder.
Siguiente punto de interés era la Feria de Artesanos de San Isidro. El viaje hasta ahí, unas quince cuadras, un lujo.
FERIA ARTESANAL DE SAN ISIDRO
De La Feria (http://www.artesanos-sanisidro.com.ar/) no voy a volver a hablar porque ya lo hice. Simplemente maravillosa.
De ahí, era momento del regreso. Nuestro trayecto era de San Isidro (Pcia. de Buenos Aires) a Almagro (CABA). Tomamos Av. Del Libertador y anduvimos a paso de hombre desde Acassuso (Av. del Libertador y Perú) hasta Olivos (Av. del Libertador y Pelliza) Desde ahí se descomprimió hasta la Gral. Paz, que desde la avenida se la notaba más que cargada. Entonces tomé Av. Gral Paz, hacia el Río de La Plata, para entrar por Av. Sarmiento. Av. Lugones estaba "trabada" por la salida de hinchas de la cancha de River Plate. Después, aunque mucho tránsito, fluido. Desde Almagro, volví para La Boca. Mucho tránsito pero tranquilo y con la suerte de haber zafado de un corte en Av. San Juan y Av. Boedo.
¡QUÉ BUEN SABAMINGO!

Mucho tránsito de todo tipo.
Mucha felicidad por haber podido ser parte.
¡¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!!!

miércoles, 6 de agosto de 2014

Mi gaytud








En mi vida también hubo un “De “eso”, NO se habla”. Y no se habló. Pero, como todo, un día todo se habló.
Como es mi historia personal, por supuesto, la cuento porque es mía. Porque se me da la gana y porque, de haber sido diferente, hoy no sería este que soy.
Nací un 24/09/1963 en la Clínica Olivos, según la historia familiar; en la casa de una partera, según mi partida de nacimiento.
La primera foto que tengo, que está en mi poder, es de mi bautismo, que fue al cumplir un año. Según mi Fe de Bautismo, eso ocurrió un 26/09/1964.


Nací siendo el segundo hijo, el último. Por diez años sería así, luego, en 1973, nacería mi hermano menor y yo pasaría ser el “del medio”
La siguiente foto que tengo, que está en mi poder, es de mi jardín de infantes, en octubre de 1967, es decir, de mis cuatro años.
 

¿Ya me viste? Soy el que está JUSTO EN EL MEDIO. Mi vieja es la tercera, de pie, de izquierda a derecha; tiene un vestido de lunares y se está agarrando el mentón. Al lado, mi abuela Celsa, o Elsa, como le pusieron al llegar a Argentina, desde Orense, en Galicia, España.
Mi memoria más clara es a partir de estos tiempos. Hacia atrás, también tengo, pero borrosos. Por aquel tiempo vivíamos en la casa de mis abuelos paternos. Pero todo eso ya lo conté en: http://delnoamor.blogspot.com/2013/03/en-camino-al-medio-siglo-mejor-empiezo.html
Por aquel momento estábamos cuando empecé a caer en la cuenta que “algo” no era lo que se suponía fuera. Mi hermano mayor se la pasaba jugando a la pelota y a mí no me generaba ni medio, de hecho, ni trataba de jugar. Cuando me pareció que “eso” no estaba del todo bien, cuando empecé a notar que todos los chicos jugaban a la pelota, cuando caí en la cuenta que mi viejo llevaba a mi hermano a la cancha, me pareció que yo también debía jugar. Por supuesto que, al intentarlo, hacerlo pésimo y quedar siempre último en el “pan y queso”, decidí que se iban todos a cagar y que no iba a insistir con eso que no me interesaba. No sólo no me interesaba, sino que lo hacía tan mal, que todo era rechazo.
De todos modos, sentía que “algo” no era lo que se suponía fuera.
Como la que iba a ser la casa familiar estaba siendo arreglada, algunas veces íbamos a visitar a mi viejo, que estaba haciendo las refacciones. Para 1970, año en que empiezo mi escuela primaria, ya estábamos establecidos. Pero, mientras tanto, íbamos a acompañar los arreglos.
Fue en alguna de esas “idas a visitar” en la que confirmé que aquel “algo” que no era lo que se suponía fuera, incluía el rótulo “de “eso” NO se habla” 
Estaba con mi vieja en la casa de una vecina. Sobre una mesada había una foto de aquella familia: padre, madre, hija e hijo (que sería amigo de mi hermano). Cuando vi aquella foto dije en voz alta “¿Quién es este chico TAN lindo?”, en referencia al chico de la foto. La cuestión es que ahí se desató una situación en la que aquellas mujeres (mi vieja y la dueña de casa) me hicieron sentir una vergüenza inimaginable. Aquella situación me hizo dar cuenta que “de “eso” NO se habla” y que, definitivamente,  “algo” no era lo que se suponía fuera. Aquella situación me hizo entender que, aunque no entendiera porqué, pero “de “eso” NO se habla”.
De ahí en más, nunca hablé.
Por mucho que no lo dijera, SIEMPRE me gustaron otros varones. Y mucho. Pero entre lo que me atraía y lo que se suponía debía atraerme, había una gran diferencia. Esa diferencia de la que no se podía hablar. Así es que desde muy chico conviví con un deseo interno que no podía revelar y tratando de generarme el deseo que debía tener, pero no tenía.
Los mensajes en mi casa eran, definitivamente, homofóbicos. Claro, por aquella época nadie pensaba que tal cosa pudiera existir y ser varón implicaba que debían gustarte las mujeres. Eso sí, putos, existían a montones.
El lenguaje estaba cargado de directivas contra la homosexualidad: “es preferible un hijo chorro que un hijo puto” (frase que se adaptó cambiando puto por cura), “con el culo se caga y con la boca se come”, “a los putos hay que matarlos a todos”… había todo un rosario de frases antiputos.
Existían algunos “famosos” señalados como putos, maricas, o como se le quiera decir. Lo mismo que hoy.
Algunos de aquellos, fueron: Pedrito Rico (http://es.wikipedia.org/wiki/Pedrito_Rico), Eduardo Bergara Leumann (http://es.wikipedia.org/wiki/Bergara_Leumann), Jorge Luz (http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Luz), Osvaldo Pacheco (http://es.wikipedia.org/wiki/Osvaldo_pacheco)... Sólo por nombrar algunos. Y que se entienda: se sospechaba, se decía, se comentaba… igual que hoy con mucha gente. Lo cierto es que cada vez que alguno de estos aparecía por TV, en mi casa empezaba el rosario de frases y yo me quedaba mirando la situación, tratando de entender qué hacer. Pero estaba claro que “de “eso” NO se habla”.
Ahora, mis hormonas empezaron a manifestarse muy temprano. Muy temprano incursioné en la “autosatisfacción”.  Y muy temprano incursioné en los roces placenteros, acompañado. Y muy temprano incursioné en las relaciones sexuales. A este último escalón llegué antes de terminar mi escuela primaria. Aunque pudiera satisfacer el deseo sexual, siempre me quedaba con una sensación de vacío; siempre me quedaba la sensación que “algo estaba faltando”.  Ese algo que empezaba a faltar, era más que sólo la satisfacción del deseo; faltaba el amor. Sentía que el sexo era fabuloso, pero necesitaba sentir que había amor.
Seguía estando muy claro que “de “eso” NO se habla”, ni siquiera con aquellos con quienes lo compartía. Esta situación de no poder conversarlo con nadie, me llevó a sentirme el único puto sobre la faz de la tierra. Y tan raro fue, que pasaron muchos años y parte de mi terapia, para que pudiera darme cuenta que aquellos que estuvieron conmigo, no eran menos putos que yo. ¡En fin!
Pero, “de “eso” NO se habla”. Y el amor seguía faltando.
Entre tanto torbellino de deseo de sexo, deseo de amor, aparece el deseo de cumplir con lo que se suponía que debía cumplir. Entonces debía empezar a hacer algo para que “las chicas” me atrajeran, porque hasta ese momento no me ocurría. Pero no me funcionó.
Se termina mi primaria.
“De “eso” NO se habla”.
Empieza mi secundaria.
“De “eso” NO se habla”.
El puto, seguía siendo yo.
Seguía faltando el amor.
Los compañeros de secretos seguían siendo los mismos dos que desde un principio, y de uno de ellos estuve más que enamorado.
Así como mi época de escuela primaria fue fabulosa, mi secundaria fue todo lo contrario.
Para el inicio de mi secundario acarreo todo lo anterior, las opiniones de nuevos compañeros y empieza a aparecer un fantasma en el horizonte: el Servicio Militar Obligatorio, la colimba. Por aquel tiempo se contaba que, al incorporarte, te “hacen abrir el libro” (lo que era cierto) y si “lo tenés roto, te firman el DNI en rojo, con la sigla OAD, orificio anal dilatado” (lo que era falso, pero tuve que pasarlo para saberlo).
O sea, a lo que traía, se agregaba este fantasma, que de ser cierto, me expondría delante de todos. Y “de “eso” NO se habla”.
Empiezo a sentir la necesidad de hablar, pero no había con quien hacerlo. Entonces empiezo a escribir. Mucho.
1979 me encuentra empezando  mi tercer año del secundario. Ya no éramos el mismo grupo, sino que nos juntaron con compañeros de otra división, situación que no me gustó ni medio y me hizo sentir muy incómodo.  Los viejos compañeros de secretos empezaban relaciones de pareja “hétero” (porque el puto seguía siendo sólo yo) y decido tomar distancia porque ellos no eran putos. Fugazmente pasan dos nuevos compañeros de secretos, en dos encuentros con uno y tres con otro pero nada más. Seguía sin hablar de lo que no se debía hablar, pero lo escribía. Seguía faltando el amor. Con las chicas no me pasaba nada, el fantasma de la colimba no se extinguía…
Un día me harté de todo.
Una mañana me levanté y me propuse que, a partir de ese momento, no importaba nada más. Entonces, llegué al colegio y me fui con el pupitre al fondo del aula y decidí que iba a repetirme la frase “los tipos no me gustan”, de la mañana a la noche, hasta “curarme”.
Y me taladré la cabeza hasta que todo desapareció. Ya nunca más fue. Desde algún momento de 1979, adormecí mi gaytud…
Hice la colimba de principio a fin…
Conocí a mi ex esposa, estuvimos de noviamos durante cuatro años, nos casamos, nació mi hijo…
Un día, volviendo a mi casa desde el trabajo, me doy cuenta que estaba mirando al colectivero y que el tipo ME ENCANTABA. Y no entendí nada de nada. No entendí cómo podía estar sucediendo aquello, si ya “me había curado”; cómo podía estar pasando eso, si estaba casado, tenía un hijo; cómo podía estar pasando eso si ya todo eso no significaba nada…
Y todo aquello que ya no recordaba, volvía a ser un recuerdo. Todo aquello que había convertido en un agujero negro en la memoria, volvía a reaparecer. Y fue un instante en el que lo único que deseé fue morirme.
Mi gaytud se hacía espacio a codazos, en mí.
Intenté, de nuevo, acallar el deseo como ya lo había hecho. Pero no funcionó.
¿Y qué hacer?
Lo manejé como pude hasta el momento en que sentí que ya no tenía identidad; ya no sabía quien era, ni que quería, ni para donde iba… No tenía rumbo. Entonces decidí que debía barajar y dar de nuevo. Esta decisión me llevó a una depresión que me tuvo un mes en cama, levantándome para ir a terapia con una psicóloga dos veces por semana; otras dos veces por semana con una psiquiatra que me medicó y para bañarme.
Decidí que debía separarme para poder rearmarme y definirme nuevamente.
Así empecé a transitar el camino que me trajo hasta acá. Empecé y terminé una terapia. Hice una terapia de grupo. Empecé y terminé otra terapia…
Mi primer incursión en el ámbito gay fue después de un año de separado.
Mi primer pareja gay fue cuatro años después de separado.
Y me divorcié.
Y… Así es como fue todo.
Ojalá nunca me hubiese taladrado la cabeza, pero fue lo que pude en aquel momento en que “de “eso” NO se habla”.
¡Ojalá, tantas cosas!, lo cierto es que lo que fue, fue.
Lo que hoy es, es.

martes, 5 de agosto de 2014

Breve reencuentro con La Feria de Artesanos de San Isidro

Ayer, domingo 03/08/2014; después de mucho tiempo, volví a la Feria artesanal de San Isidro (http://www.artesanos-sanisidro.com.ar; en Facebook es https://www.facebook.com/feriaartesanal.sanisidro). La feria está emplazada en el predio de la Plaza de San Isidro,la “Plaza Mitre” (https://www.google.com.ar/maps/place/Plaza+Mitre/@-34.466249,-58.509665,17z/data=!3m1!4b1!4m2!3m1!1s0x95bcb032c4f1dbfb:0x7b31286fa3b20b0e)




Para quien no conoce el lugar, resulta muy pintoresco. La zona es la más antigua de San Isidro, está rodeada de grandes casonas (por ejemplo, la casa de Mariquita Sánchez de Thompson http://www.quintalosombues.com.ar/mariquita.html, que tiene una placa inmensa indicando que vivió Béccar Varela y no Mariquita, ¡en fin!), miradores (son como balcones que dan hacia el río) y una barranca que lleva “al bajo de San Isidro”, zona revalorizada a partir de la reactivación del Tren de la costa (http://es.wikipedia.org/wiki/Tren_de_la_Costa).
DATO APARTE:
Si alguna vez conociste la zona antes del Tren de la costa, el bajo de San Isidro era como el “Bajo Belgrano”, una zona anegadiza, generalmente descuidada y que fuera reactivada por distintos emprendimientos inmobiliarios. Hasta la llegada del Tren de la costa, los partidos de Vicente López, San Isidro, San Fernando  y parte de Tigre, tuvieron una frontera marcada por esos rieles en desuso: de los rieles hacia el río, todo era abandono. Basta un viaje en el Tren de la costa (http://www.mininterior.gov.ar/sofse/portal/index.php) –hoy del estado, pero en sus inicios fue un emprendimiento privado en la década del noventa, rodeado de sospechas de lavado de dinero y de redistribución “dudosa” de tierras donde mágicamente, algunas casas tuvieron sus amarraderos propios; abandonado hacia el inicio del siglo XXI- y algo de imaginación, salpicada de fantasía, para darse una idea de lo que debió haber sido.
La Plaza Mitre está muy mal mantenida. Está sucia, el piso sigue, como siempre IRREGULAR, las rejas están sucias y despintadas y la escalera, igual que siempre, destruida. Y lo que más sorprende es la falta de accesibilidad para personas con movilidad reducida. Es una lástima porque desluce todo el resto.
FIN DEL DATO APARTE
La plaza de San Isidro está divida en dos, por el declive propio de la zona. Hay una zona más o menos plana y donde empieza la zona más empinada de la barranca, hay una escalera que termina en otra zona de la plaza que está en declive hacia la estación San Isidro del Tren de la costa.
Y siguiendo la división física de la plaza, existe una división en la Feria de artesanos: los de arriba y los de abajo.
Conocí La Feria en 1984. Por aquel momento “arriba”, la zona alta de la plaza, estaba ocupada por artesanos (artesanos, artesanos; no revendedores) y la parte baja, la ocupaban unos pocos anticuarios. Desde aquel 1984 y, de tanto en tanto, recorrí la zona con bastante asiduidad. No sólo porque como paseo resulta muy agradable, sino que para hacer regalos, solía ser una excelente opción. Desde una chuchería, hasta un buen regalo, en La Feria hay lo que uno busque.
La Feria ocupaba toda la Plaza Mitre, así que uno la recorría y aquel paseo llevaba un largo rato. Entre detenerse, mirar, preguntar, esquivar a otra gente… El paseo llevaba un rato largo. Y ya que uno estaba ahí, recorría "la de abajo".
Conocí La Feria más o menos en 1984 y la recorrí, más o menos seguido, hasta el 2001, año en que me separé. Aquella separación me llevó a una pensión en Villa Luro, luego a otra pensión en Vicente López, luego a la casa que había sido de mi viejo en Villa Martelli (en Vicente López), después a un departamento que alquilé en Florida (Vicente López) y por último a La Boca. Pero no me acercó de nuevo a La Feria, hasta que a mediados de 2008 estuve en pareja con un artesano. Volví a recorrer La Feria entre aquel “mediados” de 2008 y algún momento de 2009. En este último tramo del 2009, casi como integrante, sin llegar a serlo.
Visto desde afuera, mi visión era “casi” romántica. Suponía muchas cosas, que resultaron pura FANTASÍA, y que taparon lo único que puede ser cierto: cada integrante de La Feria, no es más ni menos, que una persona. Más allá de cualquier cosa, como en todas partes, encontré personas; algunas más afines y otras, menos. Pero sólo personas, sin más romanticismos.
Entre las ferias de “arriba” y la de “abajo” existía una rivalidad muy manifiesta, que hoy continúa. Los de “arriba” dicen que ellos son los artesanos y que para eso tienen “fiscales” que aprueban, o no, el ingreso de nuevos feriantes; que los de “abajo” son revendedores, que hacen manualidades y que nadie fiscaliza nada, que están ahí sólo por “acomodo”.  Algo de cierto, hay; pero sólo es una mirada. 
“El lobo siempre será el enemigo si sólo escuchamos a Caperucita”. 

Quizá el desafío sea convivir y nada más; vivir y dejar vivir.
Este último domingo 03/08/2014, junto con una amiga, Esther, volví a recorrer La Feria. Me reencontré, después de cinco años, con algunas de aquellas personas más afines y con otras menos afines. Y el reencuentro, SIEMPRE, está bueno.
¿La Feria?
Me extrañó que La Feria “de arriba”, la de los artesanos, esté reducida a la mitad; y la de “abajo”, duplicó, por lo menos, sus puestos.
Como siempre, La Feria, es un hermoso paseo. Los trabajos que uno encuentra son destacables, más allá del gusto individual. El entorno, aunque esté un poco abandonado, sigue siendo agradable.
Pasaron cinco años desde mi visita anterior hasta esta última.

¡¡¡QUÉ BUENO HABER VUELTO!!!

jueves, 31 de julio de 2014

Con mi terapia todo fue ganancia.


Fue en 2002.
Fue durante junio.
Fue un llamado al Licenciado Jorge Garaventa (www.jorgegaraventa.com.ar)
Fueron doce años de terapia, yendo una vez por semana.
Fue todo ganancia.
Fue una grandísima experiencia.
Fue.
Para principios de 2002, empezaba a reunirme una vez por semana con un grupo de gente gay, que tenía como nombre “Grupo de los jueves”, que encontré por Internet, a finales de 2001. A la vez, me daban de alta en el Instituto Ameghino (http://www.buenosaires.gob.ar/areas/salud/sistemas_salud/ficha.php?id=101) donde estaba haciendo terapia desde finales de 2000, si no me equivoco. Aquella alta llegó en el momento en que la necesitaba. Y comenzar con el Grupo de los jueves, tuvo que ver con mi necesidad de estar con “pares”, de compartir con otros gays y conocer sus historias para dejar de sentirme “el único puto sobre la faz de la tierra”.
Después de un tiempo de participar, empecé a necesitar retomar mi terapia. Hablé con el coordinador del grupo, el Licenciado Jorge Horacio Raíces Montero, quien me recomendó muy especialmente a Jorge, Jorgito, con el tiempo, para mí. De aquel grupo me quedaron dos amigos: Sergio Rivero, Jorge Pedrozo; mi terapeuta, el Licenciado Jorge Garaventa (www.jorgegaraventa.com.ar); y la experiencia de haber conocido gente, sus historias y todo lo que eso significa, al menos, para mí.
La cosa es que tuvimos un par de sesiones previas, como para ver si nos sentíamos cómodos. En la primera, además de alguna cuestión, le planteé que necesitaba un espacio donde poder hablar cara a cara, todo aquello que sentía y tal como lo sentía; y que necesitaba que no me tratara de “usted” sino de “vos” para no establecer ese tipo de distancia, además de necesitar aceptar mi homosexualidad, sintiéndome orgulloso de eso.
Como voy a hablar de “mi terapia”, voy a aclarar qué es para mí, “mi terapia”: Mi terapeuta, yo, la vocación que puso en escucharme, leerme e interpretar todo aquello, mi voluntad de encontrar soluciones, sus aciertos en observaciones que hicieron las diferencias y mi capacidad de cambiar, el consultorio, el vínculo de confianza y comodidad. Todo esto formó parte de “mi terapia” y si no hubiera sido así, hoy no me sentiría como me siento, ni hubiera conseguido todo lo que conseguí.
La conclusión que me queda, sin lugar a dudas, es que todo fue ganancia, visto desde cualquier lugar que lo vea. Fue todo ganancia. Por tanto, habiendo sido ganancia, hoy es una capitalización. Si me siento una mejor persona, también es responsabilidad de “mi terapia”. Pero esta es la conclusión final.
Sin embargo, alguna vez…
- Empecé una terapia sintiéndome absolutamente fragmentado. Cada sesión empezaba, transcurría y terminaba en medio de llantos que me resultaban incontrolables y que expresaban la angustia que sentía. Y fue ahí, en mi terapia, donde los descargué.
- Empecé una terapia, en la que Jorge me habilitó enviarle correos contándole cómo me iba sintiendo y cualquier cosa que quisiera o necesitara contarle. Él, Dios y yo, sabemos la cantidad infinita de mensajes de extensiones impensadas que le envié.
- Empecé una terapia sabiendo que debía deshacer toda una identidad para poder armar MI propia identidad, esa de la que había escapado muchísimos años antes, más de veinte años antes; esa identidad que desconocía que pudiera existir a partir de mis cinco años; esa misma identidad que, de haber sabido que existía, todo hubiera sido distinto.
Así empecé un junio de 2002, en un consultorio sobre la calle Jerónimo Salguero, a media cuadra de Av. Santa Fe y que terminé en otro consultorio de la calle Aráoz, a una cuadra y media de Av. Santa Fe. Durante doce años, anduve por “Villa Freud” y visité bares, shopping y distintos tipos de negocios.
Cuando empecé mi terapia, vivía en la casa que había sido de mi viejo, esa casa donde uno de mis hermanos lo encontró muerto en el baño, el mismo día de mi cumpleaños de 2001. Durante mi terapia empecé a redondear la idea de mudarme y se me frustró un alquiler sobre la calle Amenábar, entre Virrey del Pino y Virrey Arredondo, en Belgrano; pero se concretó otro sobre Av. Maipú y San Martín, en Vicente López donde viví por siete años y donde fui muy feliz. También durante mi terapia se concretó la compra de mi departamento en La Boca.
Durante mi terapia recuperé el vínculo con mi hijazo. Algunos vínculos se mantuvieron, aparecieron nuevos, otros se repararon y otros, definitivamente, tuve que dejarlos ir.
Durante mi terapia tramité y obtuve mi divorcio.
Durante mi terapia tuve mis dos últimas parejas y algunos intentos previos. Y con mis dos parejas, en algún momento, fue un motivo de discusión.
Durante mi terapia transcurrieron los últimos doce años de mi vida.
Durante mi terapia respondí millones de veces las preguntas “¿Por qué seguís haciendo terapia?, ¿para qué hacés terapia?, ¿te sirve hacer terapia?”.
Durante mi terapia conseguí ser esta persona que me llena de orgullo ser. Esta persona con aciertos, errores; flexible, inflexible; con deseos realizados y pendientes; por momentos lindo, por momentos feo; inteligente y lelo.
Mi terapia fue una de las mejores inversiones que hice. Sin dudas.
Mi terapia fue fabulosa, lo que no significa que no tenga pendientes. Los pendientes los resolveré más adelante, en otra “mi terapia”. Si siguieron pendientes, en parte, se debe a que no era este el momento en que debían resolverse ya que algo está faltando, o no se está dando, o lo que sea. Por lo que fuera, no era este el momento en que debían resolverse. Y son estos mismos pendientes los que refuerzan mi conclusión final: sin lugar a dudas, TODO ES GANANCIA, visto desde cualquier lugar que lo vea.

jueves, 24 de julio de 2014

Y de repente...


Resulta que estaba escribiendo sobre el ser “ciudadano” (tema que todavía no terminé, pero que terminaré), cuando un hecho cambió mi tema.
Conversaba sobre mi estado amoroso por WhatsApp (no lo usé porque todavía no lo encontré, pero creo que ya está aceptado por la Real Academia Española el término wasapear, como acción y efecto de enviar mensajes mediante el programa WhatsApp) con un amigo y le dije: “…No sé. Pero todo termina muriéndose. Lo que no consigue desarrollarse, se atrofia. No hay otra”... “ Sí, todo tiene un porqué, pero todo tiene un precio. Nada es gratuito…
Y resultó ser que, al final, por un rato cambié el tema de disquisición. Y por ahora voy a escribir sobre lo que se crece o no.
Después de algún tiempo y dejando de lado la poesía, las esperanzas,  los pensamientos fantásticos, las películas de Walt Disney, las canciones de amor y todo posible endulzamiento de oreja; el escepticismo me ganó y terminé aceptando que:
1) El amor de pareja es un hermoso sentimiento que lo cambia todo.
2)  El amor de pareja NO ES NATURAL, no está presente en NADA MÁS QUE LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL DEL HOMBRE.
3)  Con o sin amor de una pareja, una persona vive igual; lo que no se tolera y puede llegar a matar es la falta de afecto.
4) El amor es una construcción que justifica vaya uno a saber qué.
5) DETESTO a lo que se redujo mi vida sin amor de pareja, pero me la tengo que fumar (aunque no fumo desde el 14/06/2011)
6) Nada reemplaza el amor de pareja, uno lo maneja de algún modo, pero nada lo reemplaza.
7) Ya lo dijo La Bersuit en su canción “Coger no es amor”: “Esta noche cargada, / Con bolas de fraile salgo a cazar. / Mucha grasa de chancho / Corre en mis venas, / Energia bestial. / A pesar de que quieras / Lavar tu perfume original, / Tengo olfato sensible, / A la fragancia vaginal. / Te descubriré... / Te encontraré... / Te seduciré... / Te empotraré... Mis redes perfectas, / invisibles te van a atrapar, /  Y un tejido de baba, / Crosta ácida, te encapullará. / Palabras anzuelo / atraerán tu parecer, / Lo más grosero para esta noche / es no poder coger.  / Te irritaré... / Te socavaré... / Te babosearé... / Te atormentaré... / Y no tengo la culpa de / Que todavía pienses que el amor / Lleva trámites absurdos / de frívola seducción. / El romanticismo / es la misma flor con la que te velarán. / ¿Querés que siga hablando? / O... sacate la ropa ¡ya! /Que te oleré... / Te chuparé... / Te lameré... / Y te comeré... / Y el rebaño de gente / Que todavía piensa como vos / No merece la más mínima consideración. / Y no tengo asco a lamer / Tu repugnante moral, / Nadie hasta ahora estuvo tan cerca... / de hacerte el amor. / Coger no es amor... ¡es mucho mejor! / Coger no es amor... ¡es mucho mejor! / Coger no es amor... ¡es mucho mejor! / Coger no es amor... ¡es mucho mejor! / Mucho mejor, mucho mejor... / Mucho mejor, pero... ¡mucho mejor! / Mucho mejor, / Mucho mejor, / Mucho mejor, /Coger es... ¡Mucho mejor!” Fuente: http://www.musica.com/letras.asp?letra=881748

La cosa es que, a fuerza de aciertos, desaciertos, felicidades y decepciones, mi temperamento se vio afectado, reflejando un cambio. Puesto a ver un poco las cuestiones, lo primero que se me cruzó fue que “el amor de pareja no es natural”, se trata de una construcción cultural que lleva tiempo y que justifica la unión de dos personas. No pienso hacer comparaciones con otros mamíferos del reino animal, porque no me parece que justifiquen.
La cultura nos influencia desde hace tanto tiempo y de un modo tal, que tendemos a “naturalizar” cuestiones que son fundamentalmente culturales.
Siendo una construcción cultural, si el amor de pareja no se practica, se olvida. Quizá sea como “andar en bicicleta”, que uno puede olvidar pero después del décimo pedaleo, vuelve a la práctica. Pero si se olvidara, ¿por qué tantos nos quejamos de los desamores? Porque la cultura no te deja olvidar que estás sin amor de pareja. En la mayoría de circunstancias de la vida aparece algún recordatorio de eso que no tenés. Sabés que existe, pero olvidás cómo llegar a volver a tenerlo. Quizá ese “olvidar” lleve a elegir entre: 1) más vale algo, que nada; 2) resignarse a que ya nunca será; 3) buscar sin hacer concesiones; 4) más opciones que no se me ocurren.
Básicamente el amor de pareja es la elección cotidiana de continuar con ese alguien que, por muchas consideraciones propias, es con quien deseo continuar. Y es a mi entender que esas consideraciones cotidianas conforman lo que llamo amor de pareja. O lo que la gente denomina amor.
El sentimiento de amor de pareja lo cambia todo. Sin dudas que es así. Uno deja de pensar en singular y empieza a pensar en dos; de a ratos uno se olvida que se trata de dos y quiere rectificar para volver a pensar en dos. Porque ese otro, ese que hace que sienta ese sentimiento creado por la cultura que se llama amor de pareja, es un alguien que deseamos incluir, tener con nosotros, al que queremos halagar y agradar; que se sienta que nos importa y que sintamos que somos importante para aquel alguien. Cualquier cosa que sea, se sostiene por dos voluntades de estar y permanecer. Una vida singular, se convierte a una vida NO singular. Para andar de a dos es necesario un alguien incluido y con deseos de estar incluido. Así es que el sentimiento de amor de pareja lo cambia todo; hay que empezar a pensar teniendo en cuenta a un otro que desea ser tenido en cuenta.
Nadie se muere por falta de amor de pareja. La situación se sobrellevará de distintos modos según quien sea, pero nadie muere. Como todo lo que falta, de algún modo, termina supliéndose; incluso con la insistente queja respecto de la falta. Y si no está, si no es, no hay forma. En todo caso habrá algún “paleativo”, si es que tal cosa existe. Alguna vez me dijeron: “la frustración encuentra satisfacciones alternativas”, supongo que la insatisfacción podría llegar a ser una de esas satisfacciones alternativas.
Yo decía que “…No sé. Pero todo termina muriéndose. Lo que no consigue desarrollarse, se atrofia. No hay otra”... “ Sí, todo tiene un porqué, pero todo tiene un precio. Nada es gratuito…
Y es que todo tiene un costo; siempre hay un precio que pagamos por las decisiones / elecciones que tomamos. Ya sea que nos conformemos con lo que sea que nos conformemos, ya sea que sigamos adelante haciendo lo que podamos por aquello que creemos que nos merecemos; ya sea lo que sea; el precio que pagaremos no será poco. Y es que sencillamente es así. Por todo lo que decidimos hacer o no; por cada decisión; por cada elección; siempre, siempre habrá un costo. Que nos guste más o menos, creo, tendrá que ver con que obtengamos, o no, lo que deseábamos. Pero siempre hay un algo que pagar.
Todo termina muriéndose: Es la ley de la vida, nacer, crecer, desarrollarse y morir.
Lo que no se desarrolla, se atrofia: porque aquello que no puede seguir su curso habitual, se adaptará a uno nuevo, que no es el que debería, el que tendría que tener.
Todo tiene un precio, nada es gratuito: básicamente todo es así, obtengo algo pero dejo de obtener otro algo. Eso que dejo de obtener puedo o no conocerlo. Pero siempre algo dejaré de tener.

Como sea: “…No sé. Pero todo termina muriéndose. Lo que no consigue desarrollarse, se atrofia. No hay otra”... “ Sí, todo tiene un porqué, pero todo tiene un precio. Nada es gratuito…

lunes, 21 de julio de 2014

Mi punto de vista es otro



“El lobo siempre será el malvado si sólo escuchas a Caperucita”

Por alguna causa que no entiendo demasiado, veo las cosas de un modo diferente al resto. No es nuevo, es de siempre.
No digo que mi visión sea mejor. Ni siquiera es peor (excepto que se trate de mí). Es otra.
No siempre es diferente, obviamente. Coincido en muchos casos, pero en otros… ¡No hay caso! Y no me importa lo que opine nadie. Lo veo y entiendo distinto.
La cuestión más clara es mi propia vida. Entre mis hermanos (soy el del medio) y yo, la visión de aquel tiempo es sumamente diferente.
Pero es lo que suele pasarme: veo y entiendo las cosas desde otro lugar. Igual, nada de eso importa frente al valor de sostener aquello en lo que creo y doy por válido.
La cuestión es que, como siempre, frente a una misma situación dos personas ven algo diferente. Y el ejemplo más claro está dado por  parejas que discuten por la visión que individualmente tuvieron de un mismo suceso.
Cada uno construye una imagen en función de su propia historia.
El problema es que a nadie, parece, le gusta admitir que carece de la objetividad necesaria como para dejar de lado la interpretación y ceñirse al hecho en sí mismo. En realidad, creer, como  ya lo sostuve en algún otro posteo, no es más que una expresión de fe. Creo en lo que alguien / algo según lo que me parece sin muchos más elementos.
Pero no es sólo que nos cuesta asimilar la falta de objetividad (si es que existe), sino que todo debe coincidir con nuestros propios filtros. Entonces miramos actitudes de otras sociedades y opinamos como si nuestras acciones fueran las mejores existentes y olvidándonos del respeto a los otros (sobre todo cuando no los compartimos) y dejando de lado que cada visión es particular. Se me ocurre, por ejemplo, que suelen aparecer cadenas para pedir por la vida de alguien que será apedread@ en alguna determinada sociedad, olvidándonos que sus ideas, creencias y valores son absolutamente diferentes. Nada que justifique una postura o la otra. Lo mismo ocurre con eso que se da en llamar “noticias”, que siempre está adjetivado de algún modo (nunca inocentemente) y que nos gusta más o menos según estemos más o menos de acuerdo; cuando dejen de adjetivarse las “noticias”, quizá, sean más confiables. Es lo mismo que nos ocurre cuando tratamos de justificar algo que no nos gusta demasiado.
Pero en todo actuamos igual: cuando vemos a los animales que se comen entre sí, al que nos gusta, lo justificamos. Pero si no nos gusta, lo insultamos. El león es el Rey de la Selva, mientras que el tiburón es un depredador; con toda la carga que esas denominaciones carga. La zuricata es  un bicho “simpático” porque come carne y sobre todo víboras, pero la víbora es un asco porque carne y se arrastra. La cuestión es, ¿no están haciendo lo mismo?  Interpretamos que los animales son un tipo particular de persona, cuando los animales SON ANIMALES. Los animales tienen  actitudes de animales, no de personas. Las personas intentamos “humanizar” lo que es inhumanizable porque los animales SON ANIMALES. Si el gorila acurruca a sus crías, es un buen gorila; pero si el gorila mata a su cría para que no crezca en cautiverio (o por los motivos que el / la gorila tenga), es un “animal” despreciable. SON ANIMALES, y si actúan de un modo en que las personas no lo hacemos, se debe a que SON ANIMALES.
A pesar de tantas cuestiones, nada de todo esto nos ayuda a cambiar el modo de ver y entender el entorno. Seguimos sin poder despegar de nuestra subjetividad y, quizá lo más notable, no reconocemos nuestra subjetividad.
Ahora, ya, en esto momento, estoy escuchando toda una discusión sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Tanto el “experto” como la periodista son judíos, lo que me lleva a preguntarme ¿y la otra opinión dónde está? Por supuesto que a cada supuesta explicación sobre las acciones de Israel se adhiere un comentario del tipo “se ve obligado a”, “no tiene intenciones de”, “debe hacer”…  Mientras que a las acciones de Palestina se las acompaña de “pudiendo evitar, elige hacer…”, “Palestina decide seguir...”.  Y  sigo diciendo que las “explicaciones” sobran. Los hechos son hechos; lo demás son “adjuntos”.
Ni mejor, ni peor. Así somos. Parciales, subjetivos, tendenciosos. Raramente somos objetivos, imparciales y justos (si es que existe la justicia). La cosa es que nos resulta casi imposible reconocernos así.
“El lobo siempre será el malvado si sólo escuchas a Caperucita”
¿Podremos pensarlo?

Dos grandes situaciones, dos


Hoy, 21/07/2014, tuve los papeles listos para presentarlos en el seguro del que me arrancó el paragolpes delantero, el 27/06. Como su seguro es Sancor Seguros, tuve que ir a una oficina en Reconquista  559, 7º piso. Como dato adicional, ahora se van a tomar entre 10 y 15 días hábiles para decidir. ¡En fin!
La cosa es que el día está bárbaro y decidí volverme caminado, ya que no vivo tan lejos y caminar un poco está bueno. Lo cierto es que, incluyendo un par de volteretas que di por mi casa, fueron treinta y seis cuadras y las disfruté mucho. Y siempre me pasa lo mismo: me arrepiento de haber salido sin la cámara de fotos. O no debería, porque ahora tengo la motivación para hacerlo de nuevo, pero con la maquinita en la mano.
Pero en el camino se dieron dos situaciones más que agradables:
La primera: Voy  caminando por Reconquista hacia  Av. Corrientes. Él en sentido opuesto y acompañado por otro muchacho y una chica. Parecería que los dos nos “llamamos la atención” porque nos quedamos sosteniéndonos las miradas.
Yo seguí mi camino.
Él siguió el suyo.
Yo nunca me di vuelta.
El, no sé.
Yo seguí mi camino feliz.
Él, no sé.
Y me acordé de Marilina Ross, que en su tema “Ojos de ciervo” canta (https://www.youtube.com/watch?v=j1HmEzprnHI)  “Ojos de ciervo asustado / huyendo de mi mirada / que obsesiva no lograba / desconectar de tu cara / Ojos profundos de ciervo / que a escondidas me miraban / y al descubrirse observados / huían en desbandada / No sabrán cómo los busqué / por pasillos y salones / detrás de anteojos de sol, / de nieve, de desamores. / No sabrán que los encontré / en el sueño de esta noche / sobre una sonrisa abierta / sin miedo ni cazadores / Ojos cansados mis ojos / por tantas lluvias pasadas / se encendieron de repente / al descubrir tu mirada / Y aunque nunca más se vieron / agradezco la esperanza / que volvió a nacer en mi / iluminándome el alma. / Ojos profundos de ciervo... / los recordaré mañana”.
La cuestión es que, por un brevísimo instante, ese en el que dos miradas se cruzan y se sostienen, sentí que la invisibilidad que me acompaña, esta sensación de ser transparente, se había desvanecido. Fue ese momento en que la mirada ajena revaloriza la propia certeza de ser y estar. Y si no la revaloriza, por lo menos, deja flotando un “mirá que bien”. Y si no deja flotando nada, al menos, es un mimito para el ego. Y si no es un mimito para el ego, por lo menos, es la certeza que alguien se me quedó mirando. Y si no es la certeza que alguien se me quedó mirando, es todo lo anterior. Por los motivos que él haya tenido, pero estuvo bueno que se quedara mirándome. Así como agradezco los halagos que significan algunas situaciones, esta, también lo es.
¿Qué hará que dos personas se queden mirándose a los ojos? No tengo idea. Por lo general, cuando hablo con alguien, miro a los ojos. Cuando veo a alguien que llama mi atención, también lo miro a los ojos. Miro a los ojos porque así me sale. Y no significa más que eso: mirar a los ojos; hay algo en eso que me intriga. Y de tanto mirar a los ojos, puedo asegurar que a mucha gente le molesta. No sé por qué, ni siquiera sé si más que molestia es intimidación, incomodidad… Desconozco. Es como todo: en alguna gente genera una reacción de comodidad y en otros, de incomodidad; también de indiferencia, por supuesto.
La segunda: Seguí caminando siempre derecho por Reconquista, crucé la Plaza de Mayo (siempre invadida de palomas y turistas, aunque no sé de cuál hay mayor cantidad) y se convirtió en Defensa (que cuando se termina, al 1700, se convierte en Av. Patricios que es el límite entre los barrios de La Boca y Barracas). Pasé por Defensa y Alsina donde está la Basílica de San Francisco de Asís (http://es.wikipedia.org/wiki/Bas%C3%ADlica_de_San_Francisco_(Buenos_Aires)), pasé por Defensa y Chile, sitio en el que se encuentra un banco de plaza en el que está sentada Mafalda y que indica el inicio del Paseo de la Historieta (http://www.turismo.buenosaires.gob.ar/es/atractivo/paseo-de-la-historieta) Seguí por Defensa y llegué a la Plaza Dorrego (Defensa, Don Anselmo Aieta, Bethelm, Humberto Iº; http://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_Dorrego), que es la plaza más reconocida en la zona. La plaza tiene mesas de un bar que está enfrente, además de algún artesano aunque la mayoría de ellos están presentes en el fin de semana. La cosa es que iba por la vereda de la Plaza, y un mozo con el que me crucé, me saludó con un “¡Hola, buen día!” y me encantó el gesto. Por educación, por confusión, por el motivo que haya sido; en momentos en que el otro no parece prójimo ni mucho menos próximo; y cuando un saludo es entendido de mil modos distintos pero nunca como un gran gesto; recibir un saludo en la calle y de alguien desconocido es magnífico. O a mí me lo parece.
Salí esta mañana a hacer un trámite.
Volví al mediodía después de hacer un trámite y me traje el plus de haber sido objeto de dos situaciones fabulosas.

domingo, 6 de julio de 2014

Los domingos tienen...

cosas de domingo.
Aunque en la semana también estén, hay cosas que los domingos parecen ser distintas. Y hay otras que sólo ocurren los domingos. ¡En fin!
Para Simona y Berta, domingo es sinónimo de...
 
 
baño seco en su marmolina, limpieza de jaula y alfalfa en rama.
 
 
Ropa secándose en el tender...

 
y más ropa secándose, pero en el secador.  Las sábanas, "casi" son una exclusividad que se seca los domingos.
 
 
También es una jornada que resulta agradable para encender un sahumerio...

 
o dos, dependiendo del momento, del día...

 
La lámpara de lava está encendida desde el sábado, aunque a veces sea sólo por el domingo...

 
y la lámpara de sal que sigue el mismo camino que la lámpara de lava...

 
lo mismo que la fuente, que si no le acomodo las piedras, hace mucho ruido...

 
y el elctrocutachobis que no trabaja tanto estos domingos invernales, como en los de verano.
 

 
Y un domingo es ideal para encender una vela...

 
o dos, según sea.
 
Los domingos tienen cosas de muy domingo. Lo que sea, está bueno para marcar la diferencia.



miércoles, 2 de julio de 2014

Certificado: Somos, fuimos y, si no conseguimos cambiar, seremos una SOCIEDAD ETERNAMENTE ADOLESCENTE

Desde el 12/06/2014 y hasta el 13/07/2014, se desarrolla en Brasil La Copa Mundial de fútbol 2014.
Que no me gusta, ni me interesan los deportes en general, y el fútbol en particular, no es una sorpresa para cualquiera que me conozca.
No me gusta, ni me interesa el fútbol. La verdad es que si Argentina gana una competeción deportiva de cualquier tipo, me gusta sólo porque el país resulta campeón en algo. Y destacarse, está bueno. Pero por gusto individual, no sigo ni me interesa ningún tipo de deporte. Menos el fútbol, que ya lo dije en muchas oportunidades, pero es así.
La cuestión es que ayer, 01/07/2014, se jugó el partido entre Argentina y Suiza, que ganó Argentina casi al terminarse el alargue, por uno a cero.
La cosa es que vengo escuchando algunas declaraciones y sostengo lo que dije en http://delnoamor.blogspot.com.ar/2012/08/y-si-un-dia-crecemos.html: estaría bueno que algún día crezcamos.
Para empezar voy a decir que, al menos para mí, no le quita significación que se trate de un deporte; creo que todo lo que hacemos nos identifica, incluso, el deporte. Si no, parecería, que no tiene importancia. En particular creo que la tiene, justamente, porque nos define; porque por todos lados se habla de cuanto nos identifica el fútbol y de todo lo que representa en nuestro "SER NACIONAL", así como el asado, el tango, el Obelisco. Y tampoco creo que todo se justifique, ni mucho menos creo en que "es parte de nuestro folclore".
Escucho a periodistas decir que "yo quiero que gane Argentina, que pierdan todos porque NOS ODIAN", como si eso fuera justificación para que uno se comporte del mismo modo. Lo que los demás hagan, sientan o piensen, define a los demás. A nosotros nos define lo que nosotros hacemos. Por otro lado, es bastante arriesgada la afirmación ya que uno no es los demás, ni mucho menos, TODOS los demás. Y suponer que todos están representados por una minoría en un estadio, resulta, por lo menos, arriesgado, también.
Esta mañana entrevistaban a alguna gente que volvía de Brasil, de haber visto el partido ayer. Mucha gente coincidía en que había muchos brasileños alentado a la selección Suiza, de como gritaban "ole" durante el partido, de... Y mientras escuchaba todo eso como una letanía por el maltrato recibido, no podía dejar de preguntarme, ¿a nadie se le ocurre que las hinchadas argentinas llevaron un cántico de MIERDA a los estadios brasileños? La verdad es que si nos tratan mal, nos lo merecemos por haberles ido a cantar:
"Brasil, decime qué se siente
tener en casa a tu papá.
Te juro que aunque pasen los años,
nunca nos vamos a olvidar...
Que el Diego te gambeteó,
que Cani te vacunó,
que estás llorando desde Italia hasta hoy.
A Messi lo vas a ver,
la Copa nos va a traer,
Maradona es más grande que Pelé..."
¿Qué nos pasaría a los argentinos si nos vinieran a cantar esto?, ¿qué nos pasaría si alguien echara a rodar la versión que "Maradona debutó con un pibe"?
A ver... ¿qué estaríamos diciendo?
Insisto: el día que crezcamos, no haremos lo que no nos gusta que nos hagan.
Mientras, si hay argentinos cantando lo que se canta,  si hay argentinos diciendo lo que se dice... A llorar a la iglesia.
¿Cómo se puede pretender que si agredimos, no nos respondan igual? Y si esto es el famoso "folclore del fútbol", ¿de qué carajos se están quejando? Recibimos lo mismo que damos.
Si pudiéramos crecer, quizá, dejaríamos de justificar todo lo que hacemos para empezar a hacernos cargo de lo que hacemos.
¡EN FIN!